El sistema financiero español (bancos y cajas) tiene una directa e inmensa responsabilidad en el desastre en el que nos encontramos.
Ellos fueron quienes crearon, mediante una financiación disparatada y miope (préstamos baratos exteriores revendidos con beneficio mediante concesión de hipotecas en España), esa burbuja inmobiliaria que nos ha estallado, como era evidente, y cuyos platos rotos tienen que ser subvencionados por el Tesoro Público o pagados con angustia y paro por el ciudadano de a pie.
Esa banca conocía el volumen de endeudamiento con riesgo, el sobrevalor que se daba a las fincas, lo precario del sistema que descansaba sobre una estructura piramidal. Esto es, tenía lo que jurídicamente se define como pleno control del negocio.
Por ello, es injusto hasta la obscenidad que aquellos disparatados préstamos graviten ahora sobre el prestatario que debe responder no sólo con su finca gravada, sino con su personal patrimonio presente y futuro.
¿En algún momento el Estado, que se define como social, ha hecho frente a este despropósito?
Otra: en una reciente conferencia, el presidente de la Comisión Nacional de la Competencia, don Luis Berenguer, expuso el escandaloso proceso de las grandes compañías petroleras en España que a su oligopolio objetivo unían una sorprendente equiparación de sus precios de venta.
Y a ello sumaba que la subida del barril de petróleo daba como consecuencia que el precio de los carburante se elevara como un cohete; mientras que cuando bajaba el valor del crudo, el de la gasolina lo hacía a la velocidad de una pluma descendiendo.
¿Conoce de alguna ejemplar sanción por estas prácticas tan habituales como provechosas?
Es ahí donde yo deseo encontrar a un Estado que me proteja frente a la implacable arbitrariedad de los poderosos. Y es ahí donde me encuentro con la retórica de las palabras, de los gestos. Con la vaciedad de los contenidos.
47.000.000 de españoles más solos que la una.
Javier Nart. Abogado.
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