sábado, 10 de noviembre de 2012

Las cartas de Thatcher, Hayek y Friedman


Las entregas anteriores de esta colección han repasado el trato entre Margaret Thatcher y dos de sus economistas de referencia: F. A. Hayek y Milton Friedman. Con el austriaco, laDama de Hierro consolidó una amistad basada, principalmente, en la admiración de Thatcher por la filosofía política de Hayek. Con el estadounidense, la Primera Ministra entabló una relación de trabajo marcada por las exigentes recomendaciones de Friedman en materia de política económica.
La amistad entre ambos y la coincidencia en muchas de sus recomendaciones a Thatcher no evitó ciertos puntos de fricción entre ambos economistas. En cierto modo, es entendible que las diferencias entre la Escuela de Chicago y la Escuela Austriaca generasen interesantes debates entre ambos. Por suerte para los británicos, numerosos think tanks y medios de comunicación recogieron la influencia de estos diálogos.
En esa síntesis de conservadurismo y liberalismo que hoy llamamos thatcherismo,  Friedman y Hayek ocuparon un rol especialmente importanteespecialmente a finales de los 70 y comienzos de los 80. El resultado de las políticas económicas liberales que aplicó Margaret Thatcher fue más que notable: dos millones de nuevos puestos de trabajo, medio millón de nuevas empresas, fortalecimiento de las clases medias, fin a la conflictividad laboral, recuperación del crecimiento, abandono de la irresponsabilidad tributaria, freno al crecimiento sistemático de la inflación, etc.
Los mismos adversarios laboristas que tanto criticaron a Thatcher, Hayek y Friedman acabaron reconocimiento la importancia de promover el capitalismo como eje de desarrollo. Tony Blair, líder del Partido Laborista, se encargó en los años 90 de deshacerse de la Cláusula IV de los Estatutos de su partido, para así abandonar por completo la pretensión de convertir al Estado en el eje conductor de la producción y la economía británica.

“Hay que reducir el Estado al 33% del PIB” (Entrevista con Juan Ramón Rallo, Parte II)


Juan Ramón Rallo presenta su nuevo libro, "Una alternativa liberal"
A continuación, la segunda parte de mi entrevista con Juan Ramón Rallo (hagan click aquí para ver la primera). Su nuevo libro, “Una alternativa liberal“, analiza la crisis que atraviesa y España y propone una batería de medidas liberales destinadas a corregir el rumbo político y económico de nuestro país.
LM: En su libro, Vd. recomienda reducir el tamaño del Estado al 33%, pedido por el que algunos le tachan como radical. Sin embargo, esa cifra coincide en gran medida con la media de los países de la OCDE, así como con los niveles de recaudación tributaria españoles.
JRR: La idea de reducir el tamaño del Estado al 33% del PIB no es radical sino “posibilista”. Un Estado que consuma semejante nivel de recursos me sigue pareciendo un Estado enorme, pero al menos ya no se sitúa en cotas tan altas que sangra continuamente al sector privado. Hablamos, además, de igualar el gasto público de algunos de los países más prósperos del mundo, como Suiza o Nueva Zelanda. Quienes creen que hace falta un Estado aún más grande quizá tendrían que hacérselo mirar…
LM: Quienes critican tus medidas para salir de la crisis justificando que el “fraude fiscal” o las SICAV tienen la culpa del déficit público encuentran también respuesta en “Una alternativa liberal”…
JRR: En efecto. El tema del “fraude fiscal” se ha convertido en una especie de pozo sin fondo, de excusa que plantea casi todo el mundo y que, supuestamente, permitiría solucionar de un plumazo nuestros problemas. La idea de que subiendo los impuestos a los más ricos se consigue reducir significativamente el déficit es otro cuento chino muy extendido en esta crisis.
Empecemos por lo segundo, en concreto por las SICAV. Asumiendo rentabilidades elevadísimas, lo cual es improbable sobre todo en estos momentos, y aumentando notablemente los impuestos creados para estas sociedades, en el mejor de los casos se recaudarían unos 1.000 millones de euros, el 1% del déficit total. Otra vía que algunos mencionan es el IRPF, pero en ese ámbito ya tenemos uno de los tipos más elevados del mundo, por lo que no hay mucho margen de maniobra en ese ámbito. Subiendo ese tipo al 60% o 70% tampoco se conseguiría mucho en términos de recaudación, pero además es muy probable que toda esa gente que algunos quieren “perseguir” acabe cansándose y llevándose su riqueza fuera de nuestras fronteras.
LM: ¿Y qué me dice del “fraude fiscal”?
JRR: Pues mirando las estimaciones de  los técnicos del Ministerio de Hacienda la verdad es que me cuesta creerme alguna. En cualquier caso, para hacer una valoración sobre este tema es necesario tomar alguna fuente fiable, por lo que yo recurro a las de Friedrich Schneider, que es una eminencia en este campo. Este Señor cifra la economía sumergida española en el 19% del PIB, pero normalmente se nos habla de niveles por encima del 25%, y nunca queda muy claro de donde salen estos datos.
De manera muy optimista, España podría aspirar a dejar la economía sumergida en niveles del 15%, como Suecia… y repito que esto es un cálculo optimista. En ese caso, se podrían recaudar entre 15.000 y 20.000 millones de euros más, que no es una cantidad baja pero tampoco es ni mucho menos suficiente para cubrir un déficit que supera los 100.000 millones de euros.
Además, si nos ponemos a perseguir a la economía sumergida española, comprobaremos que, lejos de ser las multinacionales como algunos afirman, muchos de los agentes que participan en ese llamado “fraude fiscal” son pequeñas empresas, que quizá no cargan siempre el IVA a sus facturas, o familias humildes, que trabajan “en negro” para complementar unas prestaciones por desempleo exiguas. Además, muchas de esas actividades no podrían desarrollarse en el “mercado oficial”, tan regulado e intervenido,por lo que persiguiendo el llamado “fraude fiscal” lo que podemos acabar haciendo es dejar aún peor a gente que lo está pasando muy mal.
LM: Pasemos ahora a la crisis financiera. Vd. propone convertir  a los acreedores de los bancos con dificultades en accionistas de dichas entidades, pasando así del rescate (bail-out) a la recapitalización interna (bail-in). Pocos dirigentes consideraron inicialmente esta alternativa, pero el gobierno español ha acabado adoptándola en parte para resolver el lío de las preferentes…
JRR: Efectivamente, con las preferentes se hará un bail-in parcial, y esto ya es un avance. El capital que podría aflorar mediante esta iniciativa podría superar los 40.000 millones de euros, por lo que estamos ante una victoria parcial. Eso sí: si esto se va a hacer ya con este tema, debemos extenderlo a todo el sistema financiero. Si no, perpetuando los rescates, lo que se consigue es seguir cargando de deuda a los contribuyentes. Esperemos que en el futuro se extienda este tipo de iniciativa para recapitalizar por completo los bancos.
LM: Ha habido gente que se ha referido a ti como un “antipatriota” que ha “vendido” la catástrofe económica española fuera de España. ¿Qué le dirías a quienes recuperan este argumento, ya esbozado en 2007 contra quienes advirtieron de la gravedad de esta crisis que hoy nos sigue afectando?
JRR: El mensaje este de que algunos somos antipatriotas por sacar la realidad a la luz se me hace curioso. Desde 2007 nos llamaron “antipatriotas” por advertir de los problemas que venían, pero hoy ya estamos semi-intervenidos y ha quedado demostrado que tomar medidas cosméticas y limitadas no iba a ser suficiente para acabar con esta crisis.
Decir que no hay ningún problema cuando tenemos todos los desequilibrios que se describen en el libro es hacer un análisis equivocado e incluso hipócrita, pues muchos de estos críticos han acabado asumiendo la gravedad de la crisis, por mucho que sus propuestas para salir de la misma sean equivocadas.
Hay que mirar atrás y ver quién ha venido acertando y quién se ha estado equivocando.Hay quienes en 2005 decían que no había burbuja, y luego seguían manteniendo que era un pinchazo puntual. Luego dijeron que en 2009 ya nos habíamos recuperado, que había “brotes verdes”… Hoy tenemos seis millones de parados: si esto sigue sin ser grave, no entiendo su criterio.
LM: En el libro afirmas que los liberales españoles no deberían esperar gran cosa del actual gobierno, al que sí se le presuponía un determinado apego con ciertos postulados del liberalismo clásico. ¿Qué le queda entonces a la sociedad civil para seguir promoviendo un Estado más limitado?
JRR: Los liberales pecamos a veces de impaciencia, comprobamos que nuestras propuestas funcionan en otros lugares y queremos que se apliquen en España de manera inmediata. Creo que si hacemos todos una reflexión seria, podemos entender que es improbable conseguir estos objetivos a corto plazo, por lo que es necesario estar en el debate, hacer propuestas y demostrar que el liberalismo es posible y deseable desde hoy.
Esta actitud quizá no consiga tanto eco entre los políticos de esta y de la siguiente legislatura, pero a largo plazo puede tener buenos resultados. La batalla es seguir ilustrando que podemos ir más allá de la crítica y esbozar propuestas más “posibilistas”, para así poder caminar en la dirección adecuada a largo plazo, porque esta es una carrera de fondo. Y debemos adoptar esta actitud con cierto optimismo, pues partimos de una situación complicada pero eso también implica que los avances que se puedan conseguir podrán generarnos más alegría y satisfacción.
LM: Voy a darle cuatro nombres de cuatro economistas muy influyentes. A ver qué le viene a la cabeza…
JRR: Venga.
LM: Nouriel Roubini.
JRR: Catastrómetro averiado…
LM: Joseph Stiglitz.
JRR: Las recetas que no deben aplicarse.
LM: Kenneth Rogoff.
JRR: Buena perspectiva histórica.
LM: Robert Barro.
JRR: Austeridad, con argumentos incompletos.

La Burbuja Financiera y la del Estado


La economía española padece tres burbujas: financiera, productiva y estatal. Una ha tendido a generar a la otra, no están separadas. La primera, la financiera, es probablemente la más importante, pues quizá si no se hubiese producido nunca se habrían dado las otras dos. En la década anterior, esta burbuja se alimentó de una expansión crediticia brutal por parte de las rebajas de los tipos de interés aplicadas por el Banco Central Europeo.
La sobredimensión del crédito barato disponible en España dio lugar a la segunda burbuja, la productiva. Fue un espejismo de falsa prosperidad, como se vio principalmente en la “burbuja inmobiliaria”. En cualquier caso, toda la economía nacional dependió durante estos años de comprar a crédito barato.
Por último, esa actividad artificial que permitió incrementar de manera muy notable el PIB y generar miles de puestos de trabajo generó también la burbuja estatal. Al incrementarse en 175.000 millones de euros los ingresos de las arcas públicas entre 2001 y 2007, las Administraciones comenzaron a consolidar un nivel de gastos absolutamente insostenible, cuya financiación desaparece cuando colapsa la burbuja. Obviamente, el colapso de la primera de estas tres burbujas ha desencadenado el de las otras dos.