domingo, 28 de febrero de 2016

Keynes, la economía y el sexo

Keynes, la economía y el sexo

La biografía de John Maynard Keynes, editada por fin en su versión íntegra en español, es un fascinante paseo por la teoría económica, el pensamiento político y los círculos intelectuales del siglo XX de la mano de uno de sus grandes humanistas

John Maynard Keynes (derecha) con George Bernard Shaw en Cambridge, 1935.
El historiador británico Niall Ferguson, cada vez más escorado ideológicamente hacia las posiciones más conservadoras (véase su último libro La gran degeneración, en la editorial Debate) organizó hace unos días un enorme escándalo al defender que Keynes no se había preocupado nunca por las consecuencias de sus teorías económicas en el largo plazo porque al ser homosexual no podía tener hijos y ese largo plazo le traía sin cuidado. Se apoyó en su célebre frase de que “a largo plazo, todos muertos”.
La algarabía fue tan amplia que Ferguson, que en el pasado ya había coqueteado con esta idea, hubo de pedir perdón. Su comentario, dijo, fue “estúpido e insensible”, y la revista que reprodujo sus palabras explicó que era como si la filosofía económica de Ferguson estuviese basada en que este es rico y famoso y, por tanto, no le interesa en absoluto lo que les ocurra a los pobres y a los parados.
Pero la simpleza del historiador y profesor de Harvard no era la primera vez que se exponía. Al menos había tenido un curioso precedente: en el obituario de la muerte de Keynes, en 1946, otra de las cimas de la economía de todos los tiempos, el austriaco Joseph Schumpeter, escribió: “No tuvo hijos y su filosofía de vida era esencialmente una filosofía a corto plazo”. Lo cuenta Robert Skidelsky en la monumental y canónica biografía del economista británico, recientemente aparecida en España (John Maynard Keynes, editorial RBA). Es un libro maravilloso que justifica una vida, aunque su autor no ha dejado de escribir en ningún momento.
Por cierto, la misma editorial acaba de publicar otro libro sensacional, las Memorias del intelectual francés Raymond Aron, y ambos libros devienen imprescindibles para conocer la enorme complejidad del siglo XX. Tanto las memorias de Aron como el primer tomo de una versión previa de la biografía de Keynes habían sido editadas hace muchos años por Javier Pradera en Alianza Editorial y se encuentran descatalogadas. Durante demasiado tiempo se esperó, sin éxito, la aparición de los tomos dos y tres de la biografía de Keynes, hasta que ahora RBA se ha atrevido con un único volumen de casi 1.300 páginas. Ambos son textos insustituibles.

Bibliografía imprescindible

  • Moneda y finanzas en la India (1913).
  • Las consecuencias económicas de la paz (1919).
  • Tratado de probabilidad.
  • Breve tratado sobre la reforma monetaria(1923).
  • ¿Soy un liberal? (1925).
  • El final del ‘laissez faire’ (1926).
  • ‘Laissez faire’ y comunismo (1926).
  • Las posibilidades económicas de nuestros nietos (1930).
  • Ensayos de persuasion (1931).
  • Carta abierta al presidente Roosevelt (1933).
  • Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero (1936).
Ferguson no tenía razón ni en la afirmación de que Keynes era homosexual ni en la de que su obra desdeñaba el largo plazo. Aunque le gustaron mucho los hombres (uno de los amores de su vida fue el pintor escocés Duncan Grant, perteneciente al grupo de Bloomsbury) también lo hicieron las mujeres: se casó con la bailarina del ballet de Diaghilev Lydia Lopokova, que sufrió un aborto cuando convivía con Keynes.
En el año 1930, Keynes y la Lopokova visitan la Residencia de Estudiantes de Madrid, en la que dicta una conferencia cuya primera versión había pronunciado dos años antes en Winchester, titulada expresivamente Las posibilidades económicas de nuestros nietos. Keynes entiende que en ese momento (ya ha tenido lugar el crash de la Bolsa de Nueva York) el mundo sufre “un fuerte ataque de pesimismo económico”; entonces era corriente (lo que tanto recuerda a la actualidad) escuchar a muchas personas la afirmación de que la época de enorme progreso que caracterizó al siglo XIX había pasado para siempre, y que una caída de la prosperidad era más verosímil que una mejora en la década que acababa de empezar. “Creo”, dice Keynes, “que esta es una interpretación extraordinariamente equivocada de lo que está sucediendo; estamos sufriendo no los reumatismos de la vejez, sino los dolores crecientes que acompañan a los cambios excesivamente rápidos, el dolor del reajuste de un periodo económico a otro. No hay que sobreestimar la importancia del problema económico ni sacrificar a sus supuestas necesidades otras cuestiones de mayor significado y permanencia. La economía debe ser una cuestión reservada a los especialistas, como la odontología”. Y aquí pronuncia una de sus frases más celebradas sobre la necesaria humildad del economista (aunque Keynes fue todo menos humilde): “¡Sería estupendo que los economistas lograran que se les considerara como personas modestas y competentes, igual que los dentistas!”.
La biografía de Skidelsky aglutina a todos los Keynes que había dentro de su privilegiada cabeza: el economista, el inversor, el moralista, el intelectual bloomsburiano, el funcionario del Gobierno británico, el inconformista, el que nos dejó en herencia el orden económico posterior a la Segunda Guerra Mundial, etcétera. Siempre perteneció a la élite intelectual dentro de la élite económica de la Gran Bretaña del primer tercio del siglo XX, y su genialidad brillaba en cualquier cosa que hiciese. El filósofo Bertrand Russell dijo de Keynes: “Es la mente más aguda y más clara que jamás conocí. Cuando discutía con él, sentía que mi vida pendía de un hilo y raramente terminaba sintiéndome algo muy diferente a un estúpido”.
Y en estas llega Ferguson y resume que las teorías de John Maynard Keynes son consecuencia directa de su condición sexual…

jueves, 4 de febrero de 2016

La Sociedad de Aprendizaje

Desde hace más de dos siglos, la innovación ha sido un motor de la economía mundial, las ganancias de productividad no se generan por los principales descubrimientos, pero con pequeños cambios. Hay que pensar en cómo aprenden las sociedades, así como las formas de promover este aprendizaje - incluyendo el aprender a aprender.
Los ciudadanos de los estados más ricos del mundo están acostumbrados a considerar su economía basada en la innovación. Sin embargo, la innovación es una parte integral de las economías del mundo desarrollado durante más de dos siglos. De hecho, desde hace miles de años, hasta la revolución industrial, los ingresos se han mantenido estancados. el ingreso per cápita se ha disparado posteriormente, aumentando año tras año, sólo interrumpido aquí y allá por los efectos de las fluctuaciones cíclicas de vez en cuando.
Hay más de 60 años, el economista y premio Nobel Robert Solow observaron que el aumento de los ingresos fue en gran parte no imputable a la acumulación de capital, pero con el progreso tecnológico - la capacidad de aprender a hacerlo mejor cosas. A pesar de que una parte del aumento de la productividad está ligada a importantes descubrimientos, que se explica principalmente por una serie de cambios incrementales menores. Por lo tanto, es oportuno reflexionar sobre cómo las empresas aprenden, así como las formas de promover este aprendizaje - incluyendo el aprender a aprender.
Hay un siglo, el economista y politólogo Joseph Schumpeter declararon que la característica central de la economía de mercado era su capacidad de innovación. Él por lo tanto argumentó cuánto énfasis colocado tradicionalmente en la competencia en el mercado fue un error, explicando que consistía en una amplia hacia la competencia en el mercado, mucho más que en un mercado competitivo. La competencia en la forma de comercializar y promover la innovación. La sucesión de los monopolios sería, en este punto de vista, una larga duración superior nivel de vida.
conclusiones de Schumpeter han sido desafiados por supuesto. empresas monopólicas y dominantes como Microsoft, tienen de hecho el derecho de interferir con cualquier innovación. Al menos un control de las autoridades de la competencia, que podían de hecho un comportamiento contrario a la competencia que pueda consolidar el poder de su monopolio.
Además, los contratos no pueden ser eficaces ya sea en volumen o en la dirección de la inversión en la investigación y el aprendizaje. Los incentivos privados no están necesariamente alineados con los resultados en el plano social: de hecho las empresas pueden beneficiarse de las innovaciones que fortalecen su poder de mercado, les permite eludir las regulaciones, o para capturar una rentabilidad que haría en diferentes circunstancias podría beneficiar a otros.
Uno de los aportes fundamentales de Schumpeter sin embargo permanecieron firmes: la política centrado tradicionalmente en la eficiencia a corto plazo puede no ser necesariamente deseable, si miramos las cosas desde el punto de vista de la innovación / aprendizaje a largo plazo. Esto es particularmente cierto para los países en desarrollo y mercados emergentes.
- Las políticas industriales que ven los gobiernos intervienen en la asignación de recursos a diferentes sectores o favorecen a determinadas tecnologías sobre otros - pueden contribuir al aprendizaje de las "economías emergentes. "El aprendizaje puede ser más pronunciado en algunos sectores (como el sector de la industria de fabricación) que en otros, los beneficios de este aprendizaje, el desarrollo institucional necesario para el éxito, es probable que afecte otras actividades económica.
Una vez adoptada, estas políticas son a menudo criticados. Así que oímos con frecuencia que el Estado no debería ser capaz de designar a los ganadores. El mercado sería de hecho un árbitro más apropiado en la materia.
La evidencia de esto no es tan convincente como dicen los defensores del libre mercado. El sector privado de Estados Unidos ha sido muy malos en la asignación de capital y la gestión del riesgo en los años anteriores a la crisis financiera global, mientras que varios estudios muestran que los rendimientos medios de los proyectos de investigación del gobierno sobre la economía en realidad sería más alto que los de proyectos del sector privado - en especial porque el estado tendería a invertir más significativamente en la investigación básica importante. Basta pensar en los beneficios sociales relacionados con la investigación que permitieron el desarrollo de Internet o el descubrimiento del ADN.
Pero si uno se pone a un lado estos éxitos, la vocación de las políticas industriales, de ninguna manera es para designar a los ganadores. políticas industriales exitosas son aquellas que identifican más fuentes de externalidades positivas - es decir, áreas en las que es probable que genere beneficios en otras áreas de la economía de aprendizaje.
El acto de observar las políticas económicas en términos de aprendizaje nos da una perspectiva diferente sobre muchos temas. El gran economista Kenneth Arrow hizo hincapié en la importancia que se atribuye al hecho de aprendizaje a través de la realización. La única manera de aprender lo que es necesario para el crecimiento industrial, por ejemplo, es tener una industria. Esto puede requerir ya sea que asegurarse de que un tipo de cambio dado prueba competitiva o que algunas industrias tienen un acceso privilegiado al crédito - al igual que una serie de países de Asia oriental en virtud de las estrategias de desarrollo notable éxito.
La protección de la industria es un argumento más importantes para las economías emergentes. Además, la liberalización del mercado financiero puede afectar a la capacidad de los Estados para incluir un nuevo conjunto de enseñanzas, pero esencial para el desarrollo: la capacidad de asignar recursos y gestionar adecuadamente el riesgo.
Del mismo modo, la propiedad intelectual, mal concebida, puede ser un arma de doble filo si observamos las cosas desde la perspectiva del aprendizaje. A pesar de que fomenta la inversión en la investigación, sino que también puede fomentar secreto - lo que dificulta la difusión del conocimiento que es esencial para el aprendizaje y el fomento de las empresas en la plena explotación de la piscina conocimiento colectivo, y la minimización su contribución conlleva. Bajo este escenario, el ritmo de la innovación es en realidad lento.
De manera más general, muchas de las políticas (incluyendo los basados ​​en un "consenso de Washington" neoliberal) impuesta a los países en desarrollo en el noble objetivo de hoy promover una asignación eficiente de los recursos son en realidad obstáculo aprendizaje, lo que resulta en un nivel de vida menos favorables en el largo plazo.
Casi todas las políticas del gobierno, intencionadamente o no, y para bien o para mal, tienen una serie de efectos directos e indirectos sobre el aprendizaje. los países en desarrollo, cuyos líderes son conscientes de estos efectos tienen más posibilidades de reducir la brecha que separa los estados más avanzados. Los países desarrollados, por su parte, tienen la oportunidad de cerrar la brecha entre las prácticas medias y las mejores prácticas, y evitar el peligro de estancamiento secular.

miércoles, 3 de febrero de 2016

Keynes las Consecuencias Economicas de la Paz

Keynes contra la paz de Versalles.

Sin lugar a dudas, John Maynard Keynes (1883-1946) es la figura más importante en lo que a ciencias y política económica se refiere, durante el siglo XX. Su obra más importante es "La teoría general del empleo, el interés y el dinero", publicada por primera vez en 1936, y que revolucionó la teoría económica para siempre, al señalar que los Gobiernos (contrario a la visión liberal según la cual el mercado lo arreglaba todo) debía intervenir decisivamente para solucionar las crisis económicas del capitalismo. Pero la obra de Keynes no comenzó ni con mucho en los tiempos de la Gran Depresión, y ya venía arrastrando una carrera. De hecho, Keynes fue un profundo crítico de la Paz de Versalles.

John Maynard Keynes viajó como parte de la delegación británica a negociar el Tratado de Versalles (el que puso fin a la Primera Guerra Mundial, y fue celebrado en 1919), representando al Tesoro. Fue lo suficientemente, por decirlo con suavidad, "animal político", para no soltar la lengua durante las negociaciones mismas, pero apenas regresó a Inglaterra, publicó un libro llamado "Las consecuencias económicas de la paz", en las que criticó ácidamente los términos del Tratado de Versalles. Según Keynes, los alemanes jamás podrían hacer frente a las exhorbitantes indemnizaciones económicas que debía pagar por la paz. Respecto de Woodrow Wilson, Presidente de los Estados Unidos y uno de los principales arquitectos de la paz (fue el que propuso los famosos "14 puntos", por más señas, de los cuales sólo se rescató al final el crear la ineficaz Liga de las Naciones), no tuvo empacho en llamarlo un "ciego y sordo Don Quijote". De Georges Clemenceau, el líder francés, dijo directamente que era un xenófobo, con "una ilusión - Francia, y una desilusión - la humanidad". Y sus insultos alcanzan un punto sublime cuando se refiere a Lloyd George, el británico, como "este bardo con pies de cabra, este visitante medio humano a nuestra era desde encantados y mágicamente embrujados bosques de la antigüedad celta".

Pero más allá de los insultos personales, que bajo su tono injurioso en realidad eran bien merecidos, Keynes hizo algunas siniestras profecías que, andando el tiempo, se harían realidad. Entre ellas, que la incapacidad de pagar la deuda de la guerra por parte de Alemania, sería una amenaza permanente para la paz europea. Lo que de verdad ocurrió, porque la crisis económica de postguerra que azotó a Alemania, pavimentó el camino al Nazismo, y el resto es historia conocida. En esto, Keynes fue mucho más visionario (o acaso simplemente más sensato) que los estadistas que en Versalles ganaron la guerra y se las arreglaron para perder la paz.

El libro hizo su buen poco de ruido, y vendió la importante cantidad de 84.000 ejemplares. Keynes viviría hasta después de acabada la Segunda Guerra Mundial, y por lo tanto, llegó a ser testigo de que, en la segunda ocasión, los arquitectos de la paz se portaron de manera menos irresponsable y prepotente. De hecho, la idea de que los vencedores llevaran a cabo un abultado plan de inversiones en Europa para fortalecer sus economías e infraestructuras derruidas por la guerra y convertirlos en socios comerciales prósperos y boyantes (el Plan Marshall, precisamente), en el fondo no es más que una aplicación pura y simple de las ideas keynesianas, pero a un nivel internacional.