sábado, 12 de febrero de 2011

La Revolución de Egipto

La pregunta no es por qué ha estallado ahora la revolución árabe y egipcia, sino por qué no ha estallado antes...



Pilla a todos desprevenidos.
Las condiciones ya se daban. Para empezar, todos los países árabes siguen un modelo similar, que yo denomino de mujabarat (inteligencia): es decir, el conjunto de los servicios y fuerzas de seguridad del Estado, que constituyen la columna vertebral y la última garantía de los autoritarismos árabes...



El ejército suele decidir las dictaduras.
Pero el mujabarat es más: engloba a todo el aparato policial-militar- represivo, que es el último garante del régimen y que acaba siendo el único. En su núcleo hay siempre un apellido, una familia –real o no–: son los Ben Ali, Abdulah, Mubarak...



¿Las monarquías árabes también?
Tienen algo más de legitimidad histórica, pero su funcionamiento es idéntico: al final, sólo los mujabarat garantizan, con la represión y la fuerza, la continuidad de los regímenes autoritarios árabes, aunque carezcan de cualquier apoyo en sus sociedades...



Condenadas al despotismo y la miseria.
Con más o menos sofisticación: desde el muy sofisticado de Jordania hasta el más brutal, que fue el de Sadam Husein en Iraq, pero lo esencial es constatar que todos los regímenes árabes necesitan represión y fuerza para mantenerse, ya que carecen de auténtica legitimidad democrática.



Una situación explosiva.
El problema de esos regímenes familiares es que suelen aislarse poco a poco incluso de sus apoyos iniciales, gracias a los que llegaron al poder, porque el botín del país acaba quedando progresivamente en manos sólo de la familia reinante, al tiempo que se rodean cada vez de menos pero más incondicionales, fieles y al fin parientes.



Y cada vez más pelotas.
La adulación, en efecto, los aísla aún más de la realidad. Ya ve que las condiciones estaban ahí: despotismo y miseria, junto al envejecimiento de los tiranos y la degradación de sus dictaduras, más la chispa que ha sido el suicida tunecino y el motor: las nuevas tecnologías digitales y las redes sociales.



¿Es Facebook imposible de reprimir?
Por impredecible, ya que aprovecha cualquier organización previa, por difusa que sea, para convertirse en movilizador. La revolución egipcia, por ejemplo, ha nacido en los campos de fútbol del Al Ahly, el equipo de los barrios más populares y eterno rival del Zamalek Sporting Club, que representa sociológicamente a la dictadura y las clases altas egipcias de la elitista zona residencial cairota de Zamalek.



Son más que clubs de fútbol.
Del mismo modo que el Real Madrid representó en su día al franquismo sociológico o que el Chelsea es el club de la clase alta londinense frente al West Ham obrero: o el Rangers, el de la élite protestante frente a la clase baja católica del Celtics.



¿Todo empezó en el fútbol?
Las condiciones objetivas para la revuelta estaban ahí, pero la masa social del Al Ahly proporcionó a los agitadores del grupo 6-F la complicidad y las direcciones y estructura difusa para articularla.



¿El aparato represor no la detectó?
El mujabarat egipcio es brutal y sangriento, pero sólo estaba preparado para reprimir organizaciones políticas convencionales, como los Hermanos Musulmanes o Al Qaeda, y no esta revuelta informal digital.



Israel parece acongojado por el futuro.
Tenemos motivos. Recuerde que Mubarak fue el gran garante de la paz con Israel, incluso contra la mayoría de los egipcios. Antes de esa paz, gastábamos el 22% de nuestro PIB en ejército, y con Mubarak pasamos
a gastar el 8% y logramos cierta prosperidad. Los Hermanos Musulmanes –que tendrían un 30% de los votos– en cambio, son partidarios de la guerra.



Tal vez no manden ellos al fin.
Desde la revolución rusa, en situaciones de caos está demostrado que los más organizados acaban por imponerse, y los más –los únicos– organizados ahora mismo son ellos.



Quizás Egipto no llegue al caos.
No lo sabe nadie, pero en Gaza, donde manda Hamas, una filial de los Hermanos, ganaron las elecciones, como sabe, pero luego encarcelaron a los opositores de Al Fatah.



¿Decidirá el ejército?
Sin duda, pero sólo una parte. El ejército egipcio tiene tres clases: la cúpula vinculada al dictador, que ha sido descabalgada...



Excepto el vicepresidente Suleiman.
Sería cómodo para Israel: veremos. La segunda clase del ejército son los reclutas, campesinos que no cuentan; y la decisiva son los altos oficiales de carrera, que acabarán por ser los árbitros de la situación.



¿Qué situación?
No sé el futuro, pero le apunto tres protagonistas: los Hermanos Musulmanes, por su organización; Suleiman, y esos altos mandos de mediana edad del ejército profesional.



¿Ve a Suleiman de Putin árabe?
Podría ser: otro ex jerarca de los servicios de seguridad con fachada parlamentaria. O tal vez los militares controlen el Estado y dejen a los Hermanos controlar la sociedad...



¿Por qué no una transición ordenada y pacífica hacia una democracia sólida?
Además de mis buenos deseos en ese sentido, insistiré en un dato crucial: Egipto, pese a todo, tuvo un parlamento en 1866 –antes que Italia– y gozó de un régimen liberal hasta el golpe de Naser en 1952.

No hay comentarios:

Publicar un comentario