domingo, 13 de febrero de 2011

La Calle Tusset Revive????

La mítica travesía barcelonesa recupera el pulso con nuevos locales de ocio y gastronomía. Pero en la imaginación barcelonesa su momento de mayor esplendor quedó fijado en los años sesenta.

La publicidad. Esta historia podría empezar una mañana de principios de los años 60, cuando los responsables de la entonces recién creada agencia publicitaria Tiempo, en su paseo matutino por la calle Tuset, en cuyo edificio Monitor del número 8-10 habían ubicado sus oficinas, se detuvieron ante un escaparate del Pasaje Arcadia. Allí estaba expuesta una foto, un retrato femenino de tono romántico e iluminación a lo Dreyer, que llamó su atención. Leopoldo Rodés y Juan Carlos Iriarte decidieron encargar a su autor, el joven fotógrafo Leopoldo Pomés, que realizara unos trabajos para su agencia. Y así nació una de las trayectorias publicitarias más fértiles del decenio.

Pronto Pomés era un socio más de Tiempo. Ideaba campañas y luego las producía en su estudio de Gràcia, en colaboración con su entonces esposa Karin Leinz. Para la campaña de Tergal, crearon un detective advirtiendo al futuro cliente "que no se fiara de las imitaciones". Para la de Bodegas Terry, contrataron a la modelo Nico, futura cantante de The Velvet Underground y musa de Andy Warhol.

"La descubrimos en nuestro viaje de bodas a Ibiza -explica Pomés-. Ella estaba embarazada y era como una diosa. Cuando abordamos la campaña de Terry decidimos que la pareja protagonista se distinguiera totalmente del españolito medio. La cogimos a ella y a un alemán con la cara grabada, funcionó muy bien. El segundo año Nico empezó a crearnos problemas, porque se aburría. Un día apareció con el pelo de color rojo, tuvimos que llevarla a teñir para recuperar su tono normal. Era un personaje complejo".

Le siguió como modelo de Terry la actriz nacida en Indonesia, de padres húngaros, Margit Kocsis, cabalgando a pelo, sin pausa y sin prisa, un caballo tordo por las dunas de Doñana... Pomés y su equipo hacían lo que hoy se llama publicidad aspiracional, la que no refleja lo que se es sino lo que se desea ser. "Nos interesaba crear un look muy europeo y refinado, mostrar que el país podía dar esa imagen. Con Teresa Gimpera hicimos la campaña de medias Platino. Era muy buena, muy ductil, con un gran respeto por lo que hacía".

Otro publicitario importante de la época, Victor Sagi, instaló sus reales en el número 32, por lo que empezó a hablarse de Tuset como el "Madison Avenue" (calle de los publicitarios neyorquinos) de la Ciudad Condal.

La moda. El periodista y promotor Jesús Ulled también trabajaba allí en los años 60. Había creado, junto con Sagi, una agencia de Relaciones Públicas ubicada también en el edificio Monitor. Entre sus clientes estaba un comercio vecino, Renoma, sucursal de una boutique muy de moda en París. "Pegó muchisimo, hacían ropa de hombre con aquellas solapas grandes de entonces, era una tienda pequeña frente a la desembocadura de calle La Granada".

En 1967, Ulled organizó para Renoma un desfile de modas en plena acera. "Era el momento de la minifalda, y presentamos a la vez las última novedades de la casa y las de la boutique Boom.Paco Rabanne, también recién inaugurada". Los asistentes se sentaron en sillas y taburetes, y las modelos desfilaron por una alfombra extendida sobre el pavimento. El clima estival acompañaba. "Original desfile de modelos en plena calle Tuset", titulaba en su portada de hueco La Vanguardia, el 22 de julio de 1967.

Publicidad y moda fueron los pilares que imprimieron modernidad a la calle. En torno a su maridaje se crearon en las proximidades agencias de modelos como Top Model, Intermodel, Salvador o Magda. Ulled recuerda campañas como la que reunió a la modelo Montse Riba con el piloto de fórmula 1 Jackie Stewart para promocionar una línea de ropa de hombre de Val d´Isère.Y apunta que "el estilo de Tuset, visto con ojos actuales, fue un híbrido de la 'Gauche Divine' y 'Mad Men'”.Y sin duda la interrelación de ambientes y personajes de Tuset Street podrían dar para una serie que fuera el equivalente catalán, y español, de las andanzas de Don Draper y sus chicos.

Los bares. La oferta de bares creció con el éxito de la zona. En el interior del Pasaje Arcadia se instaló el Stork Club. Ya nació como un local exquisito y con ambiente. "Del estrado a la barra pulula un mundo cuyos individuos se conocen entre sí desde hace ya tiempo. Actrices secundarias, modelos de fotógrafo, señoras casadas que intentan encontrar una compensación seria a su frustración matrimonial, fotógrafos, poetas que han publicado un solo libro, novelistas objetivos, directores de cine de la nueva ola, líderes de las revueltas de 1957 y 1958 -todavía nostálgicos de pólvora y canciones-, negros irredentos, escritores a sus horas, decoradores, ingenieros con una incurable debilidad por las letras… Gente, en fin, encantadora y amable, aunque un poco deprimente, gente que no se decide a establecerse, que no acaba de pagar contribución a la vida". Son palabras de uno de sus asiduos, el poeta Jaime Gil de Biedma.

Más arriba, sobre todo entre la calle La Granada y Travessera, se sucedían los sitios de moda. El Ischia; el Anahuac, de ambiente azteca; The Pub…"Fueron, durante el día, las terrazas con gente joven que aportaba una estética diferente, lo que creó dio el tono y la imagen de Tuset", reflexiona Jesús Ulled, quien añade; "cuando se abrió Bocacccio en 1967, lo vimos como una prolongación de este ambiente". También el promotor de la discoteca de Muntaner, Oriol Regàs, instaló sus oficinas en la calle.

El novelista Tomás Salvador recordaba en un artículo de la época que, mientras en su juventud, "solo existían bares y tabernas” y “las mujeres no acudían a ellas", todo lo contrario ocurría en Tuset, donde iban "las mujeres y los que quieren hacerse gratos a las mujeres, especialmente a las jóvenes, las ninfas, la crisálida femenina". Para Leopoldo Pomés, aquellas terrazas eran una delicia. "Una vez me senté con un amigo y le dije, ‘que bien se está aquí sin hacer nada’. Estaban llenas de gente guapa".

El catalanismo. El promotor cultural Ermengol Passola, fallecido en el 2009, fue el primer impulsor de La Cova del Drac. "Quiso crear un cabaret, una sala de fiestas con programación íntegramente en catalán, pero no en la tradición populista y de barrio, sino instalada en el ´rovell de l´ou´de la modernidad, que entonces era Tuset", recuerda el escritor y cofundador del grupo Els Setze Jutges Josep Maria Espinàs.

Fue Espinàs quien dio con el nombre del local. "Cova porque era un lugar oscuro y con un espacio subterráneo, donde tenían lugar las actuaciones, Drac porque era el inicio de la palabra 'drugstore', y allí se vendían libros, gadgets y productos varios. Yo intervenía cada noche como presentador, y empezaba con un ´¡Bona nit, senyores i senyors!'"

Durante varios años por La Cova del Drac desfilaron todas las variedades del entretenimiento: muchos cantantes de la Canço, como Guillem d´Efak, que estrenó su escenario, Pi de la Serra o Rafael Subirachas, pero también mucho teatro. Els Joglars actuaron varias veces, y Maria Aurèlia Capmany y Jaume Vidal Alcover estrenaron, entre 1969 y 1970, varias piezas para cabaret. También había magos. Y jazz: "cuando Tete Montoliu no estaba viajando, se instalaba a tocar con nosotros. La novedad, además de que todo se hacía en catalán, es que se trataba de actuaciones pagadas, para muchos artistas representó una primera plataforma de lanzamiento".

La reivindicación catalanista no fue del agrado de las autoridades. "Cada noche teníamos en la barra un policía. Un día nos comunicaron que nos cerraban el local. Fui a ver al comisario del barrio. Me dijo: ´mire, por nosotros pueden hacer strip-tease y cosas atrevidas que no tendrán problemas, pero si siguen con eso del catalán…´. Finalmente la Cova fue reabierta.

Una noche Espinàs inició la sesión con su tradicional:

-¡Bona nit, senyores i senyors!

Al fondo del local tronó un vozarrón:

-¡Tu padre!

"Venía a vernos mucha gente conocida, como Joan Miró. Desde la guerra, y quizás tampoco antes, no había habido una experiencia como ésta de normalización total del espectáculo en catalán, y menos en pleno centro de Barcelona", resume el polifacético autor. Cuando Espinàs y Passola consideraron que habían cubierto su ciclo traspasaron el local a Ramon Tordera, que la dedicó monográficamente al jazz.

La eclosión. En 1967 Londres preparaba su "verano del amor", los Beatles dictaban la moda y Carnaby Street constituía el epicentro de la nueva estética juvenil que estaba alterando todos los parámetros conocidos. Tuset, la calle moderna barcelona por antonomasia, cambió de apelativo. Las primeras alusiones a Tuset Street que he encontrado en la hemeroteca digital de La Vanguardia datan de ese año. El director de cine Jordi Grau, que le dedicó una película se considera padre del término. Lo mismo ocurre con el fotógrafo Oriol Maspons, quien comercializó unas camisetas con el lema "Tuset Street" y un mapa de las tiendas de la zona que había diseñado el célebre crítico -y grafista- Alexandre Cirici Pellicer.

"Produjimos quinientas piezas que se vendieron enseguida -recuerda Maspons-. Por aquel entonces la calle era una copia del Carnaby londinense, y yo en mis fotos no utilizaba modelos profesionales, sino a las chicas de Tuset, porque eran diferentes. Xavier Miserachs y yo estábamos alucinados al ver como se propagaba la minifalda… Fue un cambio de estética absoluto, y duró bastante tiempo". Minifaldas, casacas, camisas floreadas, melenas, el estilo de una época, que parodió amablemente el dibujante Joaquim Muntañola en su sección ´ El color de mi cristal, que se publicaba diariamente en estas páginas, contraponiéndolo al atavío burgués de batalla...

En su local acristalado de Tuset, 1, el peluquero Pasqual Iranzo proponía radicales cortes de pelo a la navaja y se erigía en adalid de la nueva coquetería del varón de los años sesenta con su libro 'Nueva visión de la peluquería masculina´: ellos también tenían que cuidarse. Salvador Dalí, sal de todos los guisos de la época, paraba el tráfico para presentar un libro, acompañado de una pantera y una tortuga gigante. La cercanía del Institut Français aportaba ambiente estudiantil. En la esquina con Travessera, el restaurante Reno, que reinaba impávido sobre la gastronomía catalana del decenio, daba la nota aristocrática. Y en los anuncios inmobiliarios de La Vanguardia se ofrecía directamente (14 de noviembre de 1967) un "Local Tuset Street" de "extraordinario emplazamiento y magníficas condiciones de contratación", lo que da idea de hasta qué punto la nueva acepción de la calle había cuajado.

El conjunto Los Gritos lanzó la canción Tuset Street . "Una gran interpretación de Manolo Galván y sus chicos plenos de ritmo con bastantes tópicos soul y una intervención notable d ela sección de saxos", en palabras de un crítico de la época. Y The Pub inauguró una exposición de posters dedicados a la propia calle, a cargo de artistas del momento.

El entonces ya muy veterano columnista de este diario Noel Clarasó contaba en uno de sus artículos que llevó a un visitante recién llegado a Barcelona a ver Tuset Street. Sorprendido, su amigo le pregunta:

"-¿Y esto qué es?

-¿A qué se refiere?

-Estos locales, esta gente, todo esto.

Se le veía que no encontraba la palabra exacta. Y yo, sin darle importancia:

-¡Ah, sí! Es nuestro barrio típico de … esta juventud".

Aún en 1970, una campaña de de té publicaba anuncios bajo el título "¿Ha sido Míster Lipton visto ayer en Tuset Street?".

Flash Flash y el final de una epoca.Posiblemente el momento de mayor esplendor de Tuset Street tiene lugar entre 1966 y 1970. Pero justo cuando su momento áureo empieza a desvanecerse nace el local que de forma más clara ha traído hasta el presente su espíritu.

Hombre polifacético donde los haya, el fotógrafo/publicitario Leopoldo Pomés y su mujer Karin habían viajado mucho con el arquitecto Alfonso Milá y su esposa Cecilia Santo Domingo. A los cuatro les gustaba comer bien y daban vueltas a la idea de crear un restaurante. Pomés había tenido problemas en la vesícula, que durante años le impidieron comer huevos. Tras una operación, el médico le dijo que estaba curado. Decidió montar una tortillería.

El resultado fue Flash Flash, el restaurante de la calle La Granada, con interiorismo de Milà y de Federico Correa, decorado con imágenes de una fotógrafa con gorra ( Karin Leinz, fotografiada por Pomés). Abrió en 1970. Flash Flash, tortillería y hamburguesería, resume hoy el espíritu desenfadado y chic de la mejor época de Tuset Street y es una referencia obligada en todas las guías internacionales de turismo cuando se propone un recorrido por Barcelona. En palabras de Josep Maria Sòria con motivo del 25 aniversario del restaurante, "el Flash Flash aportó diversas novedades: un diseño osado e innovador, y la originalidad de la oferta. Pero sobre todo el carácter asambleario que confería la distribución de mesas y asientos. Una manera de concebir el local que permitía, incluso a los más apocados e indolentes, entablar conversación con los vecinos sin más impedimentos que la timidez o el sentido del ridículo que tenemos los catalanes".

Algún tiempo más tarde Pomés complementaba la oferta creando, justo enfrente de Flash Flash, un restaurante de comida italiana, Il Giardinetto, "para poder comer la pasta como a mí me gustaba y que en Barcelona solo sabía hacer María Levi, la madre del arquitecto Ricardo Bofill, quien participó conmigo en el proyecto".

También como colofón de la etapa dorada, en 1973 el edificio David, que daba a Tuset y a Aribau, fue remodelado para albergar el Drugstore David, que durante años aportó vida a la zona, y que a partir de 1975 albergó los primeros mercadillos que se vieron en la ciudad. Pero los años setenta, y los ochenta, y los noventa, ya no tuvieron el brillo que había tenido el decenio que los precedió. O al menos fue un brillo diferente.

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