La canciller alemana se enfrenta a una dura oposición para ampliar el fondo de rescate europeo: la de sus electores, sus socios y sus asesores.
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2011-03-11
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M. Llamas
Merkel se debate entre fuertes presiones de sus socios comunitarios para ampliar y flexibilizar el actual Fondo de rescate europeo (EFSF, por sus siglas en inglés) y un creciente rechazo interno a dicho plan por parte de sus electores, sus socios de Gobierno e, incluso, a un nutrido grupo de economistas y asesores germanos.
Los jefes de Estado y de Gobierno de la zona euro celebran este viernes una cumbre extraordinaria en Bruselas para abordar esta cuestión, si bien todo apunta a que la decisión final acerca de la ampliación del Fondo se retrasará hasta la cumbre del próximo 24 y 25 de marzo. Pese a todo, se esperan pequeños avances.
Los líderes de la zona euro tienen previsto dar un primer visto bueno al documento elaborado por el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, y rebautizado como "Pacto por el Euro", y que viene a ser un compendio de medidas suavizadas respecto al "Pacto de Competitividad" acordado por Merkel y Sarkozy a cambio de ampliar el mecanismo de rescate.
Este documento inicial levantó muchas ampollas entre algunos de los países miembros debido a sus duras exigencias y el establecimiento de sanciones, reforzando así la figura de una especie de superestado europeo, con la consiguiente pérdida de soberanía nacional. Sin embargo, el nuevo texto, que ya recibió el visto bueno de los técnicos de los Veintisiete el pasado martes, suaviza ahora algunas de estas polémicas ideas y, sobre todo, deja en manos de los gobiernos decidir cómo y cuándo se aplicarán para evitar el rechazo de algunos socios.
En virtud del acuerdo, los países del euro deberán anunciar compromisos anuales en una serie de materias de competencia nacional -muy similares a las señaladas por Alemania-, sobre las que tendrán que presentar resultados en 12 meses, aunque no se establecen sanciones ni instrumentos para hacer cumplir lo prometido.
Los objetivos incluyen adaptar la edad de jubilación con la esperanza de vida; controlar los costes salariales y alinearlos con la productividad; flexibilizar el mercado de trabajo, incluir frenos a la deuda y el déficit en las legislaciones nacionales y una mayor coordinación del Impuesto de sociedades.
Los primeros compromisos nacionales deberán ser presentados al máximo nivel durante la cumbre que comienza el próximo día 24 de marzo o en la siguiente reunión, en junio. Aún así, la clave de estos compromisos es si, finalmente, dependerán de la mera voluntad de los gobiernos o bien Bruselas contará con los mecanismos adecuados para hacerlos cumplir obligatoriamente.
Rechazo electoral
Sin embargo, independientemente de la consecución de dicho "Pacto por el Euro", Merkel se enfrenta a una guerra, si cabe, más difícil a nivel interno. La oposición a los rescates de los países más débiles de la zona euro (los denominados PIIGS) crece por momentos en el seno de Alemania, tanto a nivel electoral como político y económica.
En primer lugar, el partido de Merkel (CDU) acaba de sufrir una nueva e importante derrota electoral en las elecciones regionales de la ciudad-estado de Hamburgo, y aún le restan otras seis citas regionales en 2011 de cuyo resultado dependerá la consolidación de su liderazgo o bien la ratificación de su futura derrota electoral a nivel federal.
El cambio de rumbo en la opinión pública se produjo en mayo del pasado año, cuando se puso en marcha el Fondo de rescate de países por parte de la UE y el Fondo Monetario Internacional (FMI), dotado con cerca de 750.000 millones de euros y, sobre todo, después de que el Banco Central Europeo (BCE) comenzara a comprar directamente deuda pública de países en apuros, violando así de forma explícita su mandato y los tratados fundacionales de zona euro.
La reacción a tal estrategia no se hizo esperar por parte de los alemanes. A partir de este momento, "el BCE ha muerto, viva el marco alemán" ha sido un eslogan predominante entre la prensa y la opinión pública germana, cuyo apoyo a un hipotético, aunque complicado, regreso del marco ha ido in crecendo. El recuerdo de la hiperinflación pesa, y mucho, en la mente colectiva del pueblo alemán.
Todo ello se ha materializado en las encuestas: el apoyo a Merkel (CDU) y a su socio de Gobierno (los liberales del FDP) se ha derrumbado. Además, todo indica que la estrategia del BCE ha influido, y mucho, en la dimisión del presidente del banco central germano (Bundesbank), Axel Weber, cuyo rechazo a la compra de deuda fue manifiesta.
Oposición en sus propias filas
Pero Weber no es el único. Algunos líderes de la Unión Cristianodemócrata (CDU) y, sobre todo, los socios conservadores que apoyan a Merkel emitieron hace escasos días una resolución en contra de comprar deuda pública de los PIIGS con el dinero de los contribuyentes alemanes.
En un primer momento, el documento rechazaba de plano que el dinero del Fondo se destinara a comprar bonos, función que en estos momentos está ejerciendo el BCE. Sin embargo, Merkel logró en última instancia suavizar dicha resolución tras mantener una reunión con un alto cargo de su partido. De este modo, la exigencia quedó diluida en una mera "esperanza" de que el Fondo no se empleara para tal fin.
Además, el documento exigía a Merkel imponer duras "sanciones automáticas" a los países que incumplan los límites de déficit y deuda llegando, incluso, al "extremo de la exclusión de la UE", según advirtió Josef Schlarmann, presidente federal de la Asociación de Pequeñas y Medianas Empresas y Asuntos Económicos (MIT) de la CDU. Estas reticencias internas en la coalición que lidera Merkel amenazan, pues, con entorpecer la flexibilización del Fondo, tal y como reclaman los países más débiles, en especial, Portugal y España.
Los economistas dicen "no"
Por último, más allá de estas barreras políticas y electorales, cobra especial importancia la opinión de sus los economistas y asesores de Merkel. Por el lado de estos últimos, el diagnóstico es claro desde hace meses: implantar un "plan de quiebras ordenadas" que permita la aplicación de quitas a los acreedores de deuda soberana sin necesidad de que el país en cuestión abandone el euro -la ruptura de la zona euro pondría en grave riesgo la supervivencia misma de la moneda única-.
A este enfoque se ha sumado un amplio número de economistas germanos. En concreto, a finales del pasado febrero un total de 189 economistas firmaron un manifiesto en contra de los rescates, tanto del Fondo actual como del futuro "mecanismo permanente" (que entraría en vigor a partir de 2013), así como de las compras del BCE, ya que tal estrategia crearía "incentivos erróneos" que "agravarían la crisis de deuda en Europa, con el riesgo de socavar los cimientos de la propia UE".
Las claves del documento son las siguientes:
Permitir la suspensión de pagos: "Una estrategia a largo plazo para contrarrestar la crisis de deuda en la zona euro requiere la posibilidad de que un estado se declare insolvente y, posteriormente, se acometa la reestructuración de su deuda". Es decir, que los tenedores de bonos (bancos, básicamente) sufran pérdidas. "Bajo ninguna circunstancia la UE debe asumir por completo el riesgo de incumplimiento".
Incentivo "más eficaz": la posibilidad de quiebra impulsaría las primas de riesgo a niveles adecuados y realistas, lo cual constituye el mejor incentivo para que los gobiernos realicen reformas y ajustes frente a la amenaza de unas sanciones por parte de la UE que casi nunca llegan a materializarse.
Sostenibilidad: la aplicación de quitas a los acreedores privados permitiría reducir en gran medida el creciente coste de la deuda pública, evitando así la temible espral de deuda que amenaza a Grecia e Irlanda.
Créditos: sólo tras reestructurar la deuda, el país en cuestión podría recibir créditos de la UE a fin de poder financiarse ante el previsible cierre total de los mercados internacionales.
Reformas: por último, y a cambio de esa asistencia financiera, el gobierno afectado tendría que poner en marcha un completo paquete de reformas estructurales para incrementar la competitividad, bajo la asistencia y vigilancia de Bruselas y el FMI.
Y es que, según estos economistas, la actual crisis de deuda tan sólo puede superarse de tres formas: un sustancial crecimiento de los países más endeudados (que estiman improbable); la quiebra de los estados afectados, con las consiguientes medidas correctoras ya enunciadas; y, finalmente, una "comunitarización" de las deudas de los países miembros, ya sea a través de mayores impuestos o de una inflación más alta en toda la UE, "con fatales consecuencias a largo plazo para todo el proyecto de integración europea".
"Cada país es responsable de sus deudas"
Este contexto explica las declarciones de Merkel de este viernes. En una entrevista publicada por el influyente diario Bild, la canciller aseguró que "cada país es responsable de sus propias deudas"; "conmigo no habrá una unión de transferencias"; "el fondo de crisis solo concederá, en casos de emergencia y con severas condiciones, créditos, que naturalmente deberán ser devueltos".
Y en cuanto al actual Fondo y la posible quiebra de países añade: los eurobonos son un "medio equivocado"; las quiebras se impondrán aunque, por el momento, asevera que sólo a partir de 2013, con el nuevo mecanismo permanente de rescate.
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