domingo, 20 de marzo de 2011

La Baronesa en Malaga: Increible

FRANCISO MANUEL SILVA
La baronesa posa con dos sorollas de su colección
El personal se afana para que las obras estén a punto
Patio acristalado del Palacio Villalón
La baronesa supervisa el montaje del museo
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En una semana se hará realidad un sueño que lleva largo tiempo acariciando: tener su propio museo, con parte de su colección de pintura española. Será en Málaga. Hasta allí viajamos para que nos lo muestre Carmen Thyssen, con quien pasamos todo un día. Nos dirigimos al Palacio de Villalón, del siglo XVI, que ha sido recuperado como sede del museo, junto a dos edificios de nueva planta. Hasta él nos lleva el sonido de las taladradoras, que se afanan para que todo esté a punto el día 24. Se halla en una antigua zona musulmana, en pleno corazón de Málaga, al lado de la Plaza de la Constitución. Situado en una angosta calle, tiene como vecinos dos preciosas iglesias. Enfrente, la joyería Cervera —ni a propósito, le recordamos minutos después a la baronesa—. Eso sí, está de liquidación total por cierre. Y malos farios, los justos.

Llega tarde, seguida de un séquito que a duras penas puede seguir su frenético ritmo. Es hiperactiva: posa para las fotos con su mejor sonrisa, mientras advierte que no le gusta la combinación de cuadros en la pared de enfrente. Pruebas y más pruebas hasta que queda satisfecha. Está implicada cien por cien. Lleva varios días en Málaga supervisando todo hasta el mínimo detalle. Se ha bajado de sus habituales tacones y se ha colocado las bailarinas. Se enfunda las gafas para darle vueltas a un texto que se le resiste, mientras aprueba las cartelas. Hasta el color del logo —con el que ha logrado salvar el escollo de la marca, que la lleva por el camino de la amargura—ha sido a su gusto: fresa y turquesa. Son maratonianas sesiones que se alargan hasta la madrugada y que el personal, capitaneado por la entusiasta directora del museo, María López, aguanta a base chocolatinas y coca-colas. En el caso de la baronesa, también de cigarrillos. Que no hay ley Pajín que se le resista. Eso sí, quiere dejarlo. Dice que le han hablado de una técnica con láser...

La apertura de su museo ha despertado una gran expectación mediática. En su agenda, entrevistas con televisiones, radios y se alterna prensa general, de moda y del corazón. Ayer tenía todo el día reservado para «¡Hola!». Le gusta pasear por las noches por el museo y se emociona al ver estos cuadros reunidos: «En Villa Favorita, Heini y yo solíamos hacerlo». Tener un museo con su nombre, dice, le gusta, pero le da miedo: «Me infunde mucho respeto». Ha traído a Málaga 230 obras, desplegadas en más de 5.000 metros cuadrados. El grueso es pintura española del XIX. Pero también estarán presentes los maestros antiguos. La idea original era colocar en la capilla del Palacio solo la «Santa Marina» de Zurbarán, escoltada por cuatro óleos de Ezquerra en torno al nacimiento y la infancia de Cristo. Tampoco le convenció: habrá más obras antiguas religiosas y ocuparán una sala mayor. Entre esas piezas, un espectacular Cristo del siglo XIII que estaba cedido al MNAC, y unos angelotes del taller de De la Robbia. La primera exposición temporal, con la colección del siglo XX de la baronesa, se ha aplazado hasta el 11 de abril.

D Se entra al museo a través de un precioso patio acristalado con doble arcada de columnas, desde el que se avista la torre de la iglesia del Cristo de la Salud. Habrá palmeras, que tanto le gustan a la baronesa, pero aún no han llegado. Desde allí se accede a la tienda librería, la sala didáctica... En las salas nobles, con un impresionante artesonado, se instalará la biblioteca —Carmen Thyssen ha cedido libros de su propiedad—. Para la sala del Patronato también ha prestado muebles. La colección permanente se ha distribuido en tres plantas. La arquitectura limpia, neutra, de Rafael Roldán, nos depara gratas sopresas con ventanales por los que se cuela la ciudad. Recorremos las salas con la baronesa, mientras nos cuenta anécdotas e historias de algunas obras. Pasamos ante «Julia», de Casas. Siempre le ha recordado mucho a su madre, de quien heredó el gusto por la pintura costumbrista. Comenzó comprando cuadros para su casa de Marbella. Una de las primeras adquisiciones, recuerda, fue en una subasta en Londres, a la que acudió con el barón. Aún eran novios. En ella compró «La Fuente de Reading», de Guillermo Gómez Gil. «Me daba corte levantar la mano delante de él, que era el experto en arte, pero me atreví». Con los años alzaría la mano muchas veces más y ya con total desparpajo: «Un día estábamos Heini y yo en la casa de Lugano con tres teléfonos pujando al mismo tiempo. Yo me llevé dos obras. Mi marido decía: “Haces bien, el arte es la mejor inversión”. Insistió en que invirtiera en cuadros y así lo hice. Lo que no tengo, ni nunca he tenido, son grandes cantidades de dinero. Que no tenga liquidez es muy normal: he renunciado a todo. La tonta soy yo, que lo he invertido en cuadros y tengo 800 millones de euros prestados gratuitamente. Quizá lo haga porque creo en el más allá de los cuadros. Tenerlos en tu casa es egoísta y, al llevarlos a un museo, a la larga piensas que los has salvado». Mantiene su idea de vender el Constable a un coleccionista británico por 40 millones de euros. «Espero que siga ahí y no se haya cansado. Nos costó dos años sacar el cuadro de Inglaterra».

Mientras paseamos ante obras de Fortuny, Madrazo, Meifrén, Beruete, Carlos de Haes, Canals, Iturrino, Pla, Regoyos, Romero de Torres, Zuloaga o Sorolla, comenta que a la pintura española del XIX «no se le ha dado la importancia que merece. Museos como este ayudarán a dársela». ¿Qué diría a los detractores de su colección, que piensan que es muy «folclórica»? «Que bailen con castañuelas y que vengan a ver al museo. Yo soy más folclórica que las obras». Y a fe que lo es. Eligió Málaga, dejando a Sevilla compuesta y sin Museo Thyssen, por la perseverancia del alcalde malagueño, Francisco de la Torre, del que habla maravillas: «Este museo se ha hecho gracias a él. Estuvo dos años convenciéndome. Me dejé querer. Me comprometí y yo soy una mujer de palabra. Adoro Sevilla, pero dos Museos Carmen Thyssen en Andalucía eran demasiados».
Tita Superstar

El museo nace con un préstamo gratuito por 15 años. ¿Qué ocurrirá después? «Ya veremos, faltan muchos años. Hay que tener tranquilidad. Seguramente los cuadros se queden siempre en este museo, eso espero. Si yo no estoy aquí, que lo hagan mis herederos». La gente la adora en Málaga. Salimos a comer y por la calle la paran para besarla, le dan las gracias por traer el museo, le gritan ¡Guapa!... Es Tita Superstar. «Este museo va a ser un referente para Málaga, tendrá un impacto muy importante en la economía de la ciudad. Me enamoré de este edificio, que se ha recuperado. Y también se ha recuperado esta parte de la ciudad que es tan bonita». Sin embargo, no todo es tan color de rosa. Parece que hay alguna mano negra interesada en aguarle la fiesta. La Junta andaluza sorprendió hace unos días diciendo que no está inscrito aún en la Red de Museos. «Como decía Napoleón: “Pobre el que no tenga enemigos” —dice la baronesa—. Yo hago oídos sordos a este tipo de críticas. Cuando uno hace las cosas porque cree que debe de hacerlas y están bien hechas... Esto es muy importante para toda Andalucía. Y en el fondo no se ha invertido tanto dinero». El presupuesto total es de 24 millones de euros. No hace mucho comió en Sevilla con el presidente de la Junta de Andalucía y éste le mostró todo su apoyo. ¿No le sorprende ahora que salgan con esto? «Sí, mucho. El señor Griñán me invitó a un almuerzo en el Palacio de San Telmo. No debe ser consciente de ello, porque es una persona inteligente. Yo no soy de ningún partido político. Soy apolítica. Estoy a favor de todo el mundo que haga bien las cosas».

Le recordamos una fotografía en la que aparecía con su hijo Borja poniendo la primera piedra de este museo. ¿Vendrá a la inauguración? «Espero que sí, es patrono del museo. Le he enviado una invitación. He puesto en el sobre: barón Borja Thyssen-Bornemisza...» ¿Pero si él no es barón? «Sí, todos los hijos y sus ex mujeres llevan el título». Nos da una explicación rocambolesca que resulta imposible resumir aquí. Casualmente (¿o no?) ese día está previsto que la mujer de su hijo, Blanca Cuesta, asista a una presentación de cosmética junto a Julio José Iglesias. «Él se podría escapar, porque es un acto de cremas —dice con sorna—. Y su obligación es estar aquí como patrono». ¿Ha invitado a Sinde y a Francesca de Habsburgo? «Sí, espero que vengan». Quienes no faltarán son Antonio Banderas y Melanie Griffith. ¿Se acordará de mucha gente el día 24? «Sí, de mi madre, la primera, y de mi hermano Guillermo, de Heini...», dice entre lágrimas. Nos despedimos de ella. Hay una revista de moda a la cola (peluquera incluida). Arte y glamour en estado puro.

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