Admito que no he encontrado la referencia exacta; sí la frase. De más joven aún me dio por hacer acopio de frases insertas en tarjetas de visita. Llegué a recopilar un centenar pero, como suele ocurrir con todas las cosas importantes de la vida, aquel tesoro se me extravió en un algún viaje, en algún estúpido traslado. Conservo memoria de algunas y en eso estoy trabajosamente laborando. Una de las últimas incorporaciones que hice no más allá de las últimas Navidades se refiere a los tontos, cualidad universal que en España adquiere valores insuperables.
Sobre los tontos ofrezco humildemente mis últimos hallazgos para quienes deseen incorporarlos a su bolsillo: uno está extraído de un libro que se conserva en el Congreso de los Diputados (todavía no ha podido confiscarlo Bono) y me fue remitido en las fechas entrañables de diciembre por la correosa y eficaz Ana Pastor. Es de un cronista fingido que llegó en el siglo XIX a afirmar lo siguiente: “En Madrid todos los días entra un tonto por la Puerta de Toledo”. Realmente inmejorable, sólo un pero; ahora entran a “cienes”, que diría Manuel Chaves, por las diferentes autovías de acceso a la capital, esos sumideros de automóviles que Sebastián, un personaje con mucha bibliografía presentada sobre el particular, quiere dejar prácticamente en senderos como él, luminosos.
Crece y crece
El otro es aún más reciente y me viene de mis recuerdos juveniles. Reza así y en pareado: “Cada día que amanece el número de tontos crece”. El recuerdo me vino como por ensalmo el pasado miércoles, cuando siendo las 12 de la mañana los diferentes digitales del país colgaron una afirmación de un tal Alfons Godall que, al parecer, fue vicepresidente de aquel gran gaznápiro, Joan Laporta, que durante años presidió el Fútbol Club Barcelona. Dijo el mentecato: “El destino y la desdicha nos han llevado a tener que ser españoles, por eso entendemos la desdicha de Japón. Viven en la desgracia de sufrir los terremotos y los tsunamis”. El tío lo dijo sin ponerse colorado; le salió así, como improvisando. Este sujeto ya tuvo no hace más de un año una reyerta con nuestros pilotos de Fórmula 1, a los que descalificó e insultó por ser “madridistas y españoles”. En fin, este no necesita amanecer como Garzón; este cada vez que amanece es más tonto.
Pero si su capacidad para decir estupideces fuera individual e intransferible, como los antiguos carnés, no tendría demasiada importancia; su caso empieza a ser general más aún por el odio que destilan a todo lo español que por su indudable y merecidísima estructura de tonto contemporáneo. El asunto es más delicado. Vean. No hace ni siete días que, recientemente constituido, el Parlamento de Cataluña ha votado una proposición de ley por la que se apoyan los ilegales y fantasmales referendos financiados, naturalmente, con dinero procedente de los impuestos de todos los españoles. El Grupo Parlamentario de Convergència i Unió apoyó la opción sin fisuras. Y esto es lo que quiero decir a continuación.
Contradicciones
CiU, la coalición, está formada, aparte de por Convergència, cuyo factótum directamente independentista es el hijo de Jordi Pujol, Oriol se llama el retoño, por UDC. La otra parte es el partido de procedencia democristiana Unió Democràtica de Cataluña, cuyo líder es Josep Antoni Duran i Lleida, natural de la franja aragonesa, sobre la que Cataluña mantiene una reivindicación política y territorial permanente. De común, Duran es un personaje de apariencia sensata, que vende sentido de Estado por doquier y que, fruto de sus muchos años en Madrid y de estar siempre a las maduras (el entendimiento con el Gobierno de turno) disfruta de una popularidad que, en opinión de los más expertos sociólogos electorales del país, “no resulta [frase de uno de ellos muy reconocido] muy inteligible”.
Durán manifiesta a menudo en Madrid su nula tendencia al separatismo, pero en Barcelona apoya todas las querencias centrífugas no sólo de su partido hermano, sino del suyo propio; por tanto, parece imprescindible a estas alturas de la película democrática española preguntar con toda la intención del mundo: ¿es usted, con toda claridad, tan independentista como Mas? ¿Apoya los referendos de soberanismo que Mas patrocina con nuestro dinero? ¿Qué van a hacer sus diputados y militantes en estas consultas? ¿Es lógico permanecer en una coalición que propende, sin ambages y con amenazas sucesivas, a la separación de España? ¿Es coherente su pertenencia a una formación independentista con sus pertinaces proclamas a favor del entendimiento con partidos españoles, léase el PP o el PSOE?
Claridad urgente
Llegado el momento de ruptura por fases pero con urgencia, planteado por el actual presidente de la Generalitat, aquí cada cual debe aclarar su posición. Ni más engaños ni más triquiñuelas. El escenario que está dibujando el nacionalismo catalán deriva en opiniones como las del profundo bodoque Godall pero también en otras actitudes, aún muy iniciales pero significativas, que favorecen el enfrentamiento que, estoy personalmente seguro, detesta Duran i Lleida.
Las exigencias agobiantes del nacionalismo catalán están deparando, como excreciones indeseables, estos dos tipos humanoides: los tontos de capirote que son capaces de comparar una tragedia espantosa, la de Japón, con la propiedad (y disfrute) de un pasaporte determinado, y la de los rabiosos separatistas, que empiezan a mostrar sus garras no sólo en los campos de fútbol, sino en muchas otras plataformas sociales de Cataluña. A este individuo, Godall, atacado de idiocia clamorosa, le mueven tanto la radicalidad de Mas y los suyos como el odio absolutamente irracional a un país como España que, en el peor de los casos, le proporciona, por ejemplo, la posibilidad de largarse a Japón a actuar como cooperante social, cosa que, con toda seguridad, no va a hacer.
Quiero decir con todo esto lo siguiente: que ya está bien de que los españoles nos tengamos que defender, casi a diario, de las diatribas, bienintencionadas o no, que proceden invariablemente del nacionalismo catalán. Vamos a ver: ¿en qué consisten los agravios, la estafa a que estamos sometiendo los demás al llamado pueblo catalán? Porque si es una cuestión de perras, discutámosla para siempre, pero no con vocación de perentoriedad. Nadie como los catalanes sabe que las condiciones de un negocio son revisables, pero lo que resulta insoportable (utilizo un adjetivo admisible) es que España entera esté pendiente de si los catalanes se encuentran bien o no con nosotros.
Es más: ¿quién nos garantiza que si hoy les damos el máximo de los que ahora piden estarán contentos en el episodio siguiente? Lo siento: es que en esta España de hoy mismo que Zapatero ha convertido en una realidad discutible y en un mercado persa al propio tiempo, ya no nos fiamos nadie de ninguno. Por tanto, claridad. Que se quieren ir, y aquí apunto sin ambages a los democristianos de Unió, que lo digan, lo proclamen, y que no nos envuelvan con frases difusas dependiendo del kilómetro en que las pronuncien. Estamos en España en una situación terminal y en estas circunstancias, por favor, ni una coña más; digamos cada uno lo que creemos y lo que queremos. Por eso, con afecto y simpatía, que diría la llorada Encarna Sánchez, Josep Antoni Duran i Lleida, di con quién quieres estar. Definitivamente.
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