viernes, 4 de marzo de 2011

Lo que Nos Dejo EL PSOE del Tinel

Hay líderes políticos que marcan una época. Me refiero a esas personas cuya política es capaz de cambiar actitudes, comportamientos, visiones, interpretaciones y acciones sociales. Que sus decisiones generan elementos nuevos en la cultura política, o resucitan otros casi olvidados. No siempre esos líderes benefician a su país, y su paso es recordado como muy malo por sus coetáneos; lo que no evita que pasada una generación alguien resucite su figura como anclaje histórico para usarlo en su quehacer político.

Zapatero es uno de esos líderes políticos. Ha dedicado buena parte de su tiempo a reverdecer actitudes y planteamientos que con tino la Transición arrinconó. La cantinela de las dos Españas, los rencores guerracivilistas y el encaje de los nacionalismos en el Estado de las Autonomías han vuelto a ocupar desgraciadamente la mente de los españoles. Temas que parecían superados por el tiempo, que se podían citar sin tener que dar explicaciones de bandería o neutralidad, que se habían quedado para los libros de Historia, han circulado como moneda política de curso reciente.

A esto hay que sumar la impericia en las relaciones internacionales. Los años de Moratinos se recordarán como los de la vuelta al aislacionismo –cuando no al ridículo–, al tercermundismo pasado de los años sesenta y setenta, a aquel de los movimientos de liberación nacional y socialista, a los del antiimperialismo y antiamericanismo. La imagen moderna y el papel de España en el orden internacional se forjaron desde el primer Gobierno de Adolfo Suárez, una tarea que continuaron con acierto Calvo Sotelo, González y Aznar. Ahora, la Unión Europa, con Alemania a la cabeza, ha tenido que obligar a Zapatero a tomar medidas económicas para evitar la quiebra del país.

Y es que la inacción y los errores estratégicos del gobierno han ahondado la crisis económica. A nadie se le olvida que el Gobierno negaba hasta hace poco el que la crisis fuera a llegar a España, e incluso Zapatero decía que íbamos a adelantar a Francia e Italia. Mientras tanto, una legislatura y media, siguió el derroche.

Además, Zapatero implantó desde el inicio un modo de hacer política basado casi exclusivamente en oponerse a la oposición, en arrinconarla sea como sea para que no volviera al poder. Este estilo tan alejado de las formas en las que se han desenvuelto las democracias de nuestro entorno ha tenido el efecto contrario debido a todos los errores antes mencionados: el presentar al PP como la única alternativa sin que los populares tengan que esforzarse mucho. De ahí que Rajoy prefiera estar callado.

El resultado, ahora que todo parece tocar a su fin, es bastante claro: los candidatos socialistas a las municipales de mayo de este año tratan de evitar la presencia o la mención de Zapatero. Podría parecer traición, pero no es así porque en estos años el Presidente ha removido el PSOE a su imagen y semejanza, ascendiendo a sus fieles con independencia de su cualificación, y generando un reguero poblado de víctimas políticas, de gente que con buena intención se acercó a su gobierno y que desapareció de un día para otro.

El descontento interno y el desapego de la militancia se ha demostrado con la victoria en las elecciones primarias de los candidatos despreciados por la dirección del partido: en Madrid de Tomás Gómez, y en Barcelona de Jordi Hereu. Y el debate sucesorio cuando aún Zapatero no se ha ido ni lo ha anunciado no deja de ser una pequeña venganza, un ajuste de cuentas, un reparto de los restos.

¿Qué quedará del PSOE cuando pierda las elecciones y Zapatero tenga que irse? Ya hay quien habla desde dentro de reconstrucción del partido, como si todo se hubiera desmoronado. Muchas cosas habrán de cambiar, y para eso hará falta tiempo, ideas y gente nueva.

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