Por si faltaba algo, Japón, -tambaleándose bajo el triple golpe del terremoto-tsunami y la catástrofe nuclear- ha proporcionado más pruebas del desquicio colectivo de los mercados financieros. En Fukushima, trabajadores de la eléctrica Tokio Electric Power libraban una lucha de Sísifo contra la radiactividad. Más al norte, las fábricas de componentes de Nissan y Toshiba, las acerías de Sumitomo, sufrieron daños de mayor o menor gravedad en el seísmo. Y en Tokio apagones cada ocho horas dispararon el absentismo laboral.
Mientras, en los mercados de divisas de Tokio, Nueva York, Frankfurt y Londres, el yen se disparaba hasta alcanzar la cotización más alta de la historia frente al dólar, 76,25 yenes por dólar. La explicación: las grandes aseguradoras japonesas encabezadas por Nohon Seimei se verán forzadas a repatriar fondos para pagar las indemnizaciones por daños. Tras invertir billones de dólares en bonos del Tesoro en EE. UU., la salida de estos fondos supondría ventas masivas de dólares. "Es especulación; lo mismo ocurrió tras el terremoto de Kobe en 1995", según Masahura Hanazaki, director ejecutivo del Banco de Desarrollo de Japón. "Lo lógico es que el yen bajara después de la destrucción de tantos activos pero no es así", añadió. Jamás había quedado tan claro el alejamiento de los mercados de la economía real,
Es aún más chocante si se tiene en cuenta que el coste de reconstrucción inevitablemente elevará aún más la inmensa deuda pública de Japón, más del 200% del PIB, la más grande del mundo. Mientras el yen alcanzaba su récord, el coste de asegurar el riesgo de una suspensión de pagos soberana se disparaba también. Dos inyecciones de liquidez de cinco billones y luego otros 8,9 billones de yenes por parte del Banco de Japón en una operación de apoyo al sistema financiero, tampoco restó atractivo a la divisa japonesa en los mercados. Esto pese a que "para que Japón emita más bonos habría que recortar el sistema de subsidios para familias con niños cuyo coste es de 4,5 billones de yenes al año", dice Hanazaki. Si resulta cierta la apuesta de los mercados por la repatriación de fondos y la apreciación del yen, puede estar en peligro también el compromiso japonés por comprar bonos europeos.
El coste agregado del terremoto para la economía japonesa puede situarse en torno a 15 billones de yenes, aproximadamente el 3% del PIB, según los cálculos de Barclays y Credit Suisse. Pero ninguno incluye en su análisis, extrapolado de la experiencia del terremoto de Kobe en 1995, una posible catástrofe en Fukishima. Hanazaki cree que un coste total del terremoto de diez billones se multiplicaría por tres si el síndrome China se hace realidad en Japón. Pese a la magnitud del desastre, el impacto sobre el crecimiento puede ser menor de lo que se espera de la reconstrucción o reparación de más de 80.000 inmuebles, 1.200 carreteras, y todos los principales puertos y aeropuertos de la región de Tohuko al norte de Tokio.
Hundido en una psicología de deflación, descenso general de precios, desde hace 20 años y un consumo estancado, el estímulo de las obras públicas podría resultar una inyección de adrenalina para Japón si la deuda pública lo puede asumir. Asimismo, la destrucción de miles de automóviles puede crear un mercado para los potentes fabricantes japoneses, con Toyota y Nissan a la cabeza, cuyas plantas empezarán a ponerse en marcha los próximos días. "Yo diría que la economía, incluso el sector manufacturera rebotará rápidamente tras el primer impacto negativo", dijo Tomoo Makurawa, especializada en cadenas de suministro industrial de la Universidad de Tokio.
Pero para que una recuperación sea posible, es imprescindible parar el yen, cuyo encarecimiento daña directamente a las multinacionales manufactureras japonesas que ha deslocalizado gran parte de su producción principalmente a otros países asiáticos, pero también a Europa y EE.UU. Toyota calcula que por cada yen de apreciación frente al dólar pierde 30.000 millones de yenes, según datos proporcionados por Bloomberg. Los líderes del G-7 reunidos el viernes plantearon la posibilidad de intervenciones para apoyar el dólar.
Puede que la depreciación de la divisa norteamericana sea el resultado de la caída del precio internacional del petróleo esta semana, a cuenta de una posible caída de la demanda. Pero, mientras el futuro de la energía nuclear se vaporiza en las llamas de los reactores de Fukushima, puede ser arriesgado descontar caídas del precio del crudo. Dado el dilema que afronta Japón, que depende de las centrales nucleares para casi el 30% de sus necesidades energéticas, algunos analistas advierten de que podría verse forzado a reducir forzosamente el consumo de energía que podría desatar presiones inflacionistas por primera vez en un cuarto de siglo, según explica el analista de Barclays en Japon Kyohei Morita.
El contagio internacional del triple desastre japonés se verá de manera inmediata. Japón es la tercera economía del mundo, detrás de EE.UU. y China. Compra el 10% de las exportaciones del primero y de Europa. Las interrupciones de la cadena de suministro en el sector informático debido a cierres de fábricas ya empieza a ejercer presión sobre los precios. "Esta va a ser la siguiente fase de este terremoto y romperá la cadena de suministro", dijo Eamonn Fingleton, autor de una serie de libros sobre las economías de Japón y China.
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