sábado, 16 de abril de 2011

El Marrón de las Cajas

El espectáculo de ver cómo se intenta solucionar el “marrón” de las cajas de ahorros sin perjudicar a la clase política ha pasado de inmoral a surrealista.

Empezó siendo simplemente inmoral. La burbuja inmobiliaria se desinfló y lo lógico es que a partir de ahí se hubiera procedido a una voladura controlada de la burbuja financiera que financió la locura del ladrillo. En aquella época no habría pasado nada por proceder a una reestructuración ordenada -de verdad- del sector financiero, es decir, liquidar entidades inviables, vender otras por lo que valían -entonces todavía valían algo- y, por qué no, sacar las menos malas a bolsa. Entonces todavía habría colado. Efectivamente, en aquel momento contábamos con un colchón de provisiones genéricas único en el mundo que habría permitido la venta o salida a bolsa de algunas entidades. Otras se habrían tenido que cerrar, pero se habría podido hacer protegiendo a los clientes, en lugar de utilizar el dinero para crear el nefasto FROB.

Parecía relativamente sencillo, pero hete aquí que los políticos se dan cuenta que un proceso así comportaría auditorías (en caso de venta), “due dilligence” (en caso de salidas a bolsa) o incluso intervención judicial de oficio (en caso de quiebras o liquidaciones). Y claro, eso ponía en peligro a toda la clase política sin excepción, con su maraña de favores, influencias y pactos inconfesables. Por el hilo saldría el ovillo, y vete tú a saber dónde estaba el ovillo. Así que un cafelito y un acuerdo muy simple: “esto no nos beneficia a nadie. Si salta puede salpicar a cualquiera, porque todo el mundo está pringado y no se sabe por dónde puede saltar la liebre. Así que la solución está clara: protejámonos todos. Que no se cierre, ni se venda ni quiebre ninguna entidad. Tapemos los agujeros con dinero de los impuestos (nacimiento del FROB) y eso nos dará margen para juntar unas entidades con otras (fusiones), pasarles un trapo y darles una mano de pintura para sacarlas a bolsa y problema solucionado”.

Utilizar el dinero de los españoles para evitar que la clase política pase por los juzgados a la vez que se recortan derechos sociales e inversión pública (hospitales, colegios, etc.) es inmoral. El espectáculo posterior en que se ha convertido la “venta de la moto” es, además, surrealista.

Primer acto: “Ya me ocupo yo, que es que estoy rodeado de inútiles”

Se enorgullecía hace tiempo el presidente del Gobierno de que tuvo que ser él quien decidiera el trazado del AVE al pasar por Barcelona porque los ingenieros no se ponían de acuerdo, o algo así. En general es conocida su tendencia a estar en todo (y no digo que no lo haga con su mejor voluntad, cuidado). Y en este caso no ha sido distinto. ¿Que hay que colocar las cajas? “Ya me ocupo yo, que si no es por mi…”.

Así que el presidente orienta sus viajes a vender la moto (de la Alianza de Civilizaciones a la Diplomacia Económica). Primero en los países árabes y ahora en Asia. Y además vende como lo hace un político (lógicamente, es un político), es decir, no con números, “business plan”, análisis de riesgos y tonterías de esas típicas de los economistas, sino en plan “mira, yo tengo este problema y, si me ayudas, a cambio yo…”. Porque si no, ¿cómo se pueden vender “las cajas” en su conjunto y no una a una, si cada una es de su padre y de su madre? Lo lógico sería llevar un caso concreto, estudiarlo y ponerle precio, ¿no? O varios, pero analizados por separado y bien definidos.

Pues no, no se ha planteado así. Y, luego tenemos a los pobres actores secundarios, es decir, los propios ejecutivos de las cajas, viajando por su cuenta a buscar inversores. Y digo los ejecutivos, muchos de ellos gente seria y trabajadora que ven cómo los políticos del consejo de administración, los verdaderos culpables del desaguisado, se lavan las manos. Que trabajen los curritos. Un “show”.

Segundo acto: “engañarlos como a chinos”

Este ha sido el mejor. No entraré en el patinazo de todos conocido de los 9.000 kilos, sino en otro “show” que se ha desarrollado en paralelo, como los distintos escenarios de un festival de teatro. O más bien de un circo. Me refiero a la inocencia de muchos medios de comunicación y analistas españoles. En esta película todo el mundo habla de que los chinos iban o van a comprar cajas españolas porque les parecen un negocio interesante, y lo mismo ocurre con la deuda. Con respecto a la deuda puede ser así, ya veremos, pero ¿las cajas?

Pero cómo puede pensar tanta gente que realmente los chinos son tan fáciles de engañar. Si China acaba comprando “bancocajas” será simplemente porque a cambio España les va a dar una entrada privilegiada al mercado europeo y al propio mercado español. Para entendernos: nos sacarán del apuro a cambio de pasar del “chino” de la esquina y del restaurante “La Gran Muralla” a la fábrica de coches o de microchips, a los macrocentros comerciales, a la distribución paneuropea de sus productos a través de empresas españolas, a la licitación -a la baja- de obra pública desde empresas españolas, sin las limitaciones que tienen las chinas, a las compañías petroleras y a la tecnología española en energías limpias -básicas para su crecimiento- y, por supuesto, al sector financiero, donde los “bancocajas” y su ficha bancaria servirán como punta de lanza de operaciones realmente rentables en el mundo de la banca, los seguros, etc. Eso es lo que les interesa a los chinos, no comprar empresas (cajas) en un sector claramente sobredimensionado y donde levantar la alfombra da miedo. ¿Pero alguien se cree de verdad que ellos no saben que comprar un “bancocaja” en España es como comprar un astillero o una mina de carbón? Que aquí sobran entidades financieras, no faltan.

No digo que lo que pretenden de verdad los chinos sea ni bueno ni malo. Según se mire. Al fin y al cabo si la cosa funciona nos quitarán de encima un problema importante. El precio será alto, pero mejor pagar caro que pagar con una recesión a la japonesa. Es más, entre la “alemanización” que va a sufrir España como consecuencia de las condiciones del “aval alemán” y la competitividad y trabajo duro que nos van a imponer los chinos, esto va a ser como el libro del Lute “Camina o revienta”. O reventamos o acabamos en la “Champions League”. Y esta vez de verdad.

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