Se han escrito varios libros sobre el origen, desarrollo y perspectivas de la crisis económica que padecemos, pero Las grietas del sistema (editorial Deusto, publicado en España el pasado mes de mayo) del economista jefe del Fondo Monetario Internacional (2003-2007) y catedrático de Finanzas en la Universidad de Chicago, Raghuram G. Rajan, es el primero redactado desde una perspectiva interna de las altas finanzas internacionales. Ha sido distinguido con el premio Financial Times y Goldman Sachs al mejor libro del año. Y, una vez leído, no extrañan estos reconocimientos para con el texto que comienza por desvelar que “el problema no fue que nadie alertara sobre los peligros, sino que los que se beneficiaban de una economía sobrecalentada -que era mucha gente- carecían de incentivos para prestar atención. Los críticos siempre eran tachados de agoreros o de cenizos: la idea era que si alguien predecía un descenso con la antelación suficiente, al final sonaría la flauta por casualidad. Lo sé muy bien porque yo fui uno de aquellos agoreros”.
Efectivamente Rajan, en una Conferencia financiera celebrada en 2005 presentó una ponencia bajo el título ¿Ha contribuido el desarrollo financiero a hacer un mundo más expuesto al riesgo?. En 2009, el Wall Street Journal, glosando esta ponencia de Rajan, concluyó que lo que en ella se decía era“básicamente lo que ocurrió”. Sin embargo, en 2005, el economista jefe del FMI se sintió, en palabras textuales, “como un cristiano en medio de una reunión de leones hambrientos”. Así fue: recibió críticas cruzadas de unos y de otros y experimentó “desasosiego”. Pese a que los hechos han avalado sus tesis, Rajan se aleja de cualquier reduccionismo y pide que “deberíamos resistir la tentación” de buscar culpables fáciles, porque “la responsabilidad de esta crisis está compartida” por un amplio elenco en el que incluye a “políticos nacionales (se refiere a los de EE UU), gobiernos extranjeros, economistas como yo mismo y personas corrientes como usted.”
Pero el gran hallazgo de este apasionante libro es que la gran fractura del sistema “no reside en la economía sino en la política”. La tesis de Rajan es impertinente pero plenamente coherente: las desregulación del sistema financiero se produjo para que el crédito fluyese porque a la clase dirigente política de los Estados Unidos le interesaba que las capas menos pudientes accediesen a la condición de propietarios. Todo fueron facilidades desde los distintos gobiernos para que los ciudadanos avalaran su gestión al sentirse dueños de sus casas, que se revalorizaban de forma progresiva, creando una falsa certeza de enriquecimiento patrimonial. A esta política el autor la denomina -y así abre capítulo- con la expresión “¡Que coman crédito!”
El sistema financiero -con el fenómeno de la subprimes- siguió la cuerda a los Gobiernos y concedió crédito de manera temeraria y titularizó las hipotecas, empaquetándolas e incrustándolas en los balances de las entidades bancarias de medio mundo. La insolvencia posterior, hizo el resto. Como bien dice Rajan “por cínico que parezca, el crédito fácil ha sido utilizado como paliativo a lo largo de la historia por parte de los gobiernos incapaces de resolver la profunda angustia de la clase media”. De tal manera que cuando la izquierda achaca la responsabilidad de la crisis a los “mercados” y a los “banqueros codiciosos”, no dice toda la verdad: fueron los gobiernos, algunos de ellos socialistas y socialdemócratas, los que desregularon, por una parte, y permitieron, por otra, la securitización o titularización de productos enfermos, provocando la catástrofe.
Equilibrio entre el Gobierno y el mercado
Como escribe textualmente Rajan “el sector financiero es a todas luces responsable central de los riesgos que asume. Entre sus fracasos en las crisis recientes se incluyen los incentivos distorsionados, la soberbia, la envidia, la buena fe depositada en el lugar incorrecto y el comportamiento gregario. Pero el Gobierno contribuyó a que esos riesgos parecieran más atractivos de lo debido y reprimieron al mercado a la hora de ejercer la disciplina, incluso haciéndole aplaudir tal proceder. Desgraciadamente, las intervenciones gubernamentales en el período subsiguiente a la crisis han hecho realidad las ideas del sector financiero. El riesgo moral político llegó junto con el riesgo moral financiero en esta crisis”. El autor, a partir de esta reflexión, llega al meollo de la cuestión que formula así de sencillamente: “El problema principal del capitalismo de libre empresa en una democracia moderna siempre ha sido como mantener el equilibrio entre el papel del Gobierno y el del mercado”.
Las reformas exigirán que las sociedades cambien su forma de vida, su forma de crecer y su forma de elegir. Conllevarán un dolor considerable a corto plazo a cambio de unos beneficios más difusos pero enormes a largo plazo
Esta, la política, es, en consecuencia, la primera de las tres grades fracturas o grietas del sistema según Rajan -la segunda serían los desequilibrios comerciales entre los países y la tercera la contaminación del sistema financiero con activos-basura- lo que le hace seguramente un heterodoxo en el análisis de la crisis. De ahí que advierta que la consecuencia de la gran recesión que vivimos -leámoslo en clave nacional española- es el desempleo que concierne a los Gobiernos. Por eso avisa de que “en política, la recuperación económica trata sobre el empleo, no sobre la producción y los políticos están dispuestos a aumentar los estímulos fiscales (gasto gubernamental e impuestos más bajos) y monetarios (tipos de interés más bajos a la largo plazo) a la economía hasta que el empleo comience a remontar”. Planteada así la cuestión, Rajan advierte que, si no hay cautela en estas políticas, se fomenta el gasto público con perjuicio de la salud financiera a largo plazo.
El autor de Las grietas del sistema cree que las reformas “exigirán que las sociedades cambien su forma de vida, su forma de crecer y su forma de elegir. Conllevarán un dolor considerable a corto plazo a cambio de unos beneficios más difusos pero enormes a largo plazo. Estas reformas siempre son difíciles de vender al público y, por consiguiente, tienen un escaso atractivo para los políticos”.
Cuando Rodríguez Zapatero explicó que la derrota del PSOE el 22-M se debió a la crisis, no decía toda la verdad. No haberla detectado a tiempo -y hubo evidencias de que la recesión era de gran dimensión como Rajan denuncia- y tratarla a destiempo y mal -recortes coyunturales, reforma laboral insuficiente, lentísima reordenación de las cajas-, fueron la conjunción de dos incompetencias que descalabraron tanto a él como a su Gobierno, que venía de años atrás practicando políticas excéntricas y divisivas. Esta responsabilidad de la política en la crisis, es una de las aportaciones fundamentales de Rajan, aunque no la única, razón entre varias, para asentir sobre las virtudes de un libro realmente esclarecedor y particularmente indicado para entender la coyuntura tanto occidental como específicamente española.
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