No hay peor sordo que el que no quiere oír. Y en su optimismo patológico, Zapatero se ha sellado los oídos y ha perdido definitivamente contacto con la realidad, tras la inapelable derrota sufrida el 22-M. En lugar de servirle de catarsis o brusco despertar de su delirante sueño, el batacazo parece haberle paralizado en un autismo suicida que lleva al precipicio a España y a su propio partido, el PSOE.
Todos parecen haber tomado nota de la debacle, todos parecen haberse dado cuenta de que el rey Zapatero está desnudo... menos el rey Zapatero. No hay más que ver cómo ha reaccionado la prensa internacional: “Derrota apabullante”, concluía Finantial Times; “castigo al PSOE por la elevada cifra de parados”, le responsabilizaba Die Welt; “la España de los indignados le pega una paliza a Zapatero”, sentenciaba Il Corriere della Sera. O la alarma de los mercados de toda la Unión Europa, que consideran la parálisis de Zapatero –con todos los deberes de la reformas por hacer– un handicap añadido al miedo a la quiebra de los países del sur. Esa inquietud demuestra la nula credibilidad que tiene el presidente socialista que la misma noche de la hecatombe descartaba el adelanto electoral para “alcanzar cuanto antes la recuperación económica”. Pero hace tiempo que perdió el crédito. No hay más que ver cómo se ha disparado la prima de riesgo de la deuda española hasta rozar los 260 puntos básicos. O la desconfianza de empresarios y analistas que piden elecciones ya mismo.
No hay más que ver, en fin, la olla a presión en la que se ha convertido su propio partido. Los socialistas no sólo se han quedado abruptamente sin poder, al haber sido desalojados de cinco de las seis comunidades que gobernaban, sino que dan ya por perdidas sin remedio las elecciones generales. El PSOE comienza a oler a descomposición y se afilan los cuchillos de los barones para la guerra intestina. Ayer, sólo unas horas después de la escabechina, comenzaban a volar las dagas. Carme Chacón pedía una “reflexión profunda”, lo cual puede sonar a autocrítica, pero también a intento de escaquearse de responsabilidades distanciándose del Ejecutivo, como si ella misma no hubiera sido una de las ministras estrella del zapaterismo; a lo que su colega Trinidad Jiménez le replicaba recordándole que también ella era responsable de la derrota como miembro del Gobierno.
Esperaban un Bailén en el 22-M y lo que han tenido es un Waterloo, aunque Zapatero no piensa para nada en Santa Elena. Tanto les ha pillado la derrota con el pie cambiado que no tienen claro qué dirección tomar. Tenían pensado convocar unas primarias, y eso es lo que de puertas para afuera anunciaron ayer de cara al Comité Federal del próximo sábado. Pero ahora muchos creen que tal opción abriría una suerte de guerra cainita que sólo contribuiría a desangrar más el partido, con riesgo de fracturas en federaciones como la andaluza, la valenciana y la madrileña. Por eso, cobra fuerza la opción de una candidatura única de consenso, en torno a Rubalcaba. El problema es que tendrían que convencer a la otra aspirante, Carme Chacón, de que esa es la solución más adecuada al grave trance, y la tarea parece ardua. La ambiciosa coronela no parece dispuesta a quitarse de en medio para dejar el camino libre al superministro.
Lo que, de momento, parece descartado es lo más conveniente para España: el adelanto electoral, que ha llegado a insinuar el único barón que ha salido vivo in extremis del naufragio autonómico, Fernández Vara. No existe otra medicina para salvar a un enfermo grave. Lo ha dicho con fría claridad el gran vencedor del 22-M, Mariano Rajoy: el Gobierno de Zapatero “no está en condiciones” de pilotar a un país económicamente tocado, con las luces rojas del diferencial de la deuda encendidas, y en el que los nuevos presidentes del PP temen no poder pagar ni las nóminas.
Los siete años y medio de zapaterismo se han saldado con una quíntuple crisis que hipoteca ya el futuro de España: política, económica, social, institucional y territorial. Ningún gobernante de la Transición había acumulado tal colección de disparates ni había llevado su ambición y su ineptitud al extremo de destruir la economía y de dejar el País Vasco en manos de los terroristas. Estas dos últimas son las herencias envenenadas que deja el irresponsable inquilino de La Moncloa, que se pueden visualizar en los cinco millones de parados –y una generación de españoles condenada a la frustración– y los proetarras logrando la mayoría absoluta en 88 ayuntamientos del País Vasco y Navarra, en cuatro de los cuales ETA cometió asesinatos tras el proceso de paz.
“Cada fracaso enseña al hombre algo que necesitaba aprender”, decía Charles Dickens. Un aforismo universal que, por ahora, tiene una única excepción: Zapatero. Lo cual está hundiendo en la miseria al Partido Socialista, que se encuentra en uno de los peores momentos desde la Transición. Y eso es grave para la democracia. Aunque, de alguna manera, se lo han buscado ellos mismos, quienes han acompañado al líder en su errática peripecia (Pepiño, Rubalcaba, Chacón...). Pero más grave aún es el castigo que inflige Zapatero a toda España al no convocar elecciones generales anticipadas, teniendo un detalle de vergüenza torera por primera vez en su trayectoria. Sinceramente, no nos los merecemos.
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