Las amargas lágrimas de ZP, de Victoria Prego en El Mundo
PREGUERÍAS
La que parece haber sido la penúltima intervención pública del aún presidente del Gobierno ante los suyos tuvo el viernes un algo de dramático y un mucho de sentimental: «Todo lo que he hecho ha sido para evitar que España tuviera que pedir ayuda porque si eso ocurriera nos hundiría por mucho tiempo»; «he hecho todos los esfuerzos que estaban en mi mano para proteger al 80% de los desempleados»; «gracias por haber comprendido y apoyado solidariamente todas las decisiones que he tomado». Y así.
No es que el presidente defendiera su gestión como la más eficaz para luchar contra los problemas, no. Es que José Luis Rodríguez Zapatero enseñó sus llagas para que los militantes y todos los ciudadanos sepamos cuánto se ha esforzado y sufrido y cómo, precisamente por su mucho sufrimiento, deberíamos apoyarle, comprenderle y valorarlo.
Este comportamiento es, precisamente, el argumento central de Lágrimas socialdemócratas de Santiago González, una obra que acaba de llegar a las librerías y en la que el colaborador de EL MUNDO disecciona frase a frase el comportamiento del todavía líder del PSOE y su convicción de que la exhibición del côté sentimental de su gestión es suficiente por sí misma para justificarla.
Una buena dosis de eso hubo el viernes pero el libro de Santiago González va mucho más allá. Porque no reduce a la persona de José Luis Rodríguez Zapatero esa curiosa característica que, al fin y al cabo, busca despojar a la acción política de su obligada carga de responsabilidad en lo tocante a los resultados obtenidos. Lágrimas socialdemócratas extiende esa tendencia a todos los miembros de los sucesivos gobiernos de Zapatero y a la mayoría de los que participan de una ideología que tiene la costumbre de moldear la realidad según sus conveniencias ideológicas.
Santiago González no teoriza: expone. Su libro es una sucesión apabullante de citas literales, no sólo de Zapatero, también de muchos de sus colaboradores, con fecha y ubicación a pie de página de lo citado, en torno a las cuales el autor se permite algunas reflexiones nunca insultantes pero siempre irónicas y, por eso mismo, demoledoras. A veces ni siquiera eso: le basta con dejar las frases desnudas frente al lector para que éste calibre libremente y sin guía la hondura de lo que tiene ante los ojos.
González se pasea por los casi ocho años de gestión del presidente del Gobierno escrutando la teorización ideológica con la que los responsables políticos del PSOE, especialmente su líder, han tratado de apuntalar sus decisiones. Y ese recorrido se convierte en un tiovivo en el que a veces salta la carcajada, pero con mucha mayor frecuencia lo que salta es el estupor, cuando no la desolación.
Aquí están todas las frases que han hecho Historia, como aquella de «las palabras han de estar al servicio de la política y no la política al servicio de las palabras», una afirmación de Zapatero que Santiago González califica como «el lema señorial» que ha presidido estas dos últimas legislaturas.
A partir de ahí, se lanza el autor a definir las claves de un comportamiento político que consiste en cambiar de posición cada vez que los hechos lo requieren pero sosteniendo sin inmutarse que se sigue en el mismo lugar; en decir lo contrario de lo que se decía mientras se apela con toda la fuerza de la emoción a las «convicciones profundas» que en todos los casos han inspirado los cambios que, sin embargo, se presentan como resultado de una rigurosa continuidad del pensamiento y de los sentimientos. «Contradecir las palabras de hoy con los hechos de mañana y tratar de redimirlo todo con una exhibición de los propios sentimientos. Eso, si se tienen. Y, si no, en la afirmación de la propia superioridad moral de la izquierda», explica González.
Este no es, insisto, un libro teórico. Es la crónica de los hechos iluminada con los potentísimos focos de la hemeroteca. Y ese disciplinado ejercicio es el que deja al lector con la muy amarga sensación de que hemos estado navegando al pairo capitaneados por un hombre que no llevaba hoja de ruta y que, horror, estaba convencido de que no la necesitaba porque él se bastaba y sobraba con sus grandes dotes personales para conducir al país. Pero el reproche que Lágrimas socialdemócratas hace a Zapatero se extiende sin dudar a todo su partido, que lo secundó a ciegas. Por eso, dice el autor, lo que Zapatero «deja tras de sí es un yermo porque no hubo la menor resistencia a tanto disparate».
En este libro, producto de un trabajo minuciosísimo de seguimiento de los hechos y búsqueda de sus huellas a lo largo del tiempo, Santiago González se detiene en desmenuzar lo que, en su opinión, compartida por una parte muy importante de la ciudadanía española, son los tres grandes proyectos de Zapatero durante la primera legislatura, que fueron también sus tres grandes fracasos: el proyecto de recuperación de la memoria histórica, en la que pretendió cerrar una herida que no estaba abierta pero que él reabrió; la reforma del mapa autonómico que se inició con la aprobación del Estatuto de Cataluña sin contar con el principal partido de la oposición -es decir, con casi la mitad de los españoles con derecho a voto-; y el proceso de negociación con ETA. El gran fracaso de la segunda legislatura estuvo en su incapacidad para reconocer los signos de la crisis económica y en no afrontar los hechos a tiempo y con valentía. Cada uno de esos capítulos y sus consecuencias en la sociedad española son abordados en este libro a base de exhumar datos, declaraciones y compromisos públicos y compararlos luego con los resultados finales.
Todo ello se completa con una aproximación descarnada y libre de servidumbres a los dogmas que los militantes de izquierdas cultivan con fervor cuasi religioso y contra los que rebotan elásticamente los hechos que puedan poner esos dogmas en cuestión, por contundentes que los hechos sean.
El libro de Santiago González se abre con un relato de su propia biografía política: la peripecia intelectual e, inevitablemente, sentimental, de un hombre que proviene de las filas de la izquierda comunista, transitó luego por los aledaños de la socialdemocracia y se ha instalado hoy en la higiénica desnudez ideológica para hacerse acompañar de la desconfianza crítica -que no hostil- con la que examina la realidad sin más muletas que los ojos para ver, los oídos para escuchar, la neuronas para reflexionar y los archivos para descubrir e iluminar el auténtico sentido y valor de los hechos vividos.
Que nadie busque en Lágrimas socialdemócratas pretensión alguna de venganza. Que se prepare el lector, eso sí, para compartir un estupor infinito ante la apabullante acción de la nada vestida de verdad cambiante pero siempre incontestable. Y el vértigo.
victoria.prego@elmundo.es
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