Libros sobre la crisis del capitalismo que vivimos actualmente hay muchos: algunos incluso han sido reseñados en esta web. El denominador común de todos ellos es su denuncia más o menos explícita de la rapacidad del sistema neoliberal/capitalista que nos asola y el análisis sobre las causas (algunas de ellas, al menos) que nos han conducido hasta el estado de cosas de hogaño. Este panfleto del exministro Jordi Sevilla también ahonda en las causas y propone algunas soluciones para paliar los efectos de la crisis; sin embargo, y a diferencia de otros ensayos de similar temática, en éste se aboga por unos planteamientos que poco difieren del mantra neoliberal que se propugna desde instituciones supranacionales como el FMI o el Banco Mundial.
Sevilla sostiene algunas tesis que están en la línea de otras publicaciones: propugna una reforma de la ley electoral o arremete contra la burbuja inmobiliario propiciada por los gobiernos españoles (de cualquier signo) en los últimos años; en este sentido, casi no se aparta de las ideas que denuncian la corrupción política, la falta de iniciativa de los representantes públicos o la aquiescencia a los dictados de los organismos financieros externos.
Pero Jordi Sevilla es parte de una casta de personajes que medra y prospera dentro de (y gracias a) un sistema, el capitalista, que sustenta su desarrollo en las desigualdades, los abusos y la rapiña constante. Aunque algunas de sus intenciones son encomiables, no dejan de ser una concesión para perpetuar un estado de cosas que favorece a una minoría, a la cual, obviamente, él mismo pertenece. De ahí que muchas de las soluciones o propuestas que se esgrimen en el libro sean meros parches con los que taponar una herida que es mucho más grave de lo que nos quieren hacer creer.
Así, el autor aboga por la adopción de reformas estructurales para reducir el déficit público o para expandir el gasto (como el Plan E) que considera beneficiosas para el crecimiento económico; no obstante, esto no hace sino redundar en estructuras económicas basadas en sectores periclitados (construcción, infraestructuras) que generan riqueza momentánea y que no contribuyen al desarrollo tecnológico, intelectual y formativo del país.
Peor aún es su asunción de que los mercados financieros, aunque un tanto “voraces” (nos ahorramos otros adjetivos calificativos), son necesarios para controlar las políticas económicas de los gobiernos. «¿Habríamos conocido las mentiras contables del gobierno conservador griego sin las dudas expresadas por los mercados sobre dichas cuentas?» Sevilla parece olvidar que el engaño de unos representantes no valida las tropelías de unas instituciones que trafican con los valores económicos en beneficios de una reducidísima cantidad de personas. Para el autor, las reglas de juego vienen impuestas y sólo es posible encontrar soluciones dentro de un marco común, nos guste o no. Esto nos llevaría a un debate sobre la inevitabilidad o no de ciertas formas de gobierno: él mismo afirma en otra parte del texto que «capitalismo y democracia se [han] quedado solos como modelos defendibles racionalmente»; una afirmación semejante enmascara la realidad de otros países (especialmente latinoamericanos y africanos) donde se llevan a cabo políticas muy distintas, con resultados también muy diferentes.
Aunque quizá lo más absurdo lo encontremos en su afirmación de la necesidad de que los dos grandes partidos políticos españoles alcancen un pacto de estado que permita poner en práctica reformas que faciliten la salida de la crisis. Personalmente, creo que la suma de dos problemas no da como resultado una solución; el propio autor del texto perteneció a la cúpula del gobierno y no llevó a cabo, o propuso, ninguna medida interesante, sin ir más lejos. Por eso, y por otros motivos, Para desbloquear España es un texto engañoso, superficial, mal escrito y, sobre todo, interesado; interesado en perpetuar una mirada que no es la solución, sino el parche que algunos consideran necesario para que las cosas, más o menos, continúen como están. A nuestro juicio queda el valorar si las soluciones sólo pueden venir de la mano de los responsables.
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