lunes, 15 de agosto de 2011

José Ramon Pin Arboledas

La crisis de 2007 cae, como los ríos turbulentos, en cascadas sucesivas sobre varios sectores. Vamos a por la tercera.
Primera cascada: la crisis inmobiliaria-financiera (2007/2008) derivó en una crisis fiscal (2009/2011). Crisis fiscal causada por las políticas neo-keynesianas para evitar el desplome bancario y combatir el desempleo generado por el hundimiento del consumo y la construcción, consecuencias de la parálisis inmobiliaria y la contracción del crédito. Los Gobiernos insuflaron dinero a la banca e intentaron estimular el empleo mediante el gasto público. Ejemplos: a) la crisis de la deuda irlandesa causada por las medidas para salvar su banca; b) el plan E español. Gastos públicos crecientes e ingresos fiscales menguantes dispararon los déficits; los mercados aumentaron la prima de riesgo de esos países.
Además, EE UU necesitó un aumento del techo de la deuda, que ha mostrado la debilidad de Obama. A pesar del pacto final, la diatriba entre republicanos y demócratas, con el Tea Party por medio, alertó a los mercados. Abierta la veda nadie está libre de sospecha; a los PIIGS (Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España) se añade Francia y… hasta EEUU, que ha visto rebajada la calificación de su deuda por S&P.
Segunda cascada: cuando la crisis fiscal llega a su apogeo, la reacción del BCE, comprando deuda soberana, deriva en crisis bursátil. Los mercados bursátiles han tenido volatilidad durante estos años; pero, lo de los primeros días de esta semana fue desplome. Mientras el BCE «garantice» bonos de los países de la zona euro, comprando en el mercado, es lógico sacar el dinero de una renta variable incierta y ponerlo en valores refugio: uno, el oro que está por la nubes (1.740 dólares la onza) y tiene expectativas de plusvalía y seguridad de venta; otro, los bonos soberanos, «avalados» por el BCE, con más de un 5% de rentabilidad; el tercero, (¡asómbrense!) inmuebles. El dueño de Mango anuncia que transforma sus inversiones bursátiles en inmobiliarias. Es la vuelta a los bienes tangibles (lo que se toca: el metal, el ladrillo y el bono soberano, respaldado por la Reserva Federal o el BCE) por desconfianza en la economía real ¿anuncio de estancamiento o recesión?
Tercera cascada (para después del verano): la bolsa, como indicador adelantado de la economía real, anticipa lo que ocurrirá porque se mueve por expectativas. Las caídas de agosto vaticinan una crisis en la economía productiva. En España el hundimiento del Ibex, con el repunte del final de semana, avanza un otoño con debilidad del consumo interno y, si la economía mundial se estanca, descenso de las exportaciones, uno de los pocos motores del crecimiento del PIB hispano; el otro motor, el turismo, estará en temporada baja y caería con la economía de nuestros clientes europeos; el BCE pronostica estancamiento en la zona euro para el resto del año. Consecuencia: más desempleo; para diciembre rozaríamos, otra vez, los cinco millones.
Demasiado para un país como España, situado en la periferia de la zona Euro, y para un solo partido, por mucha mayoría que tenga en las cortes. Estamos ante una situación de emergencia, nacional e internacional. Eso exige medidas graves, conciencia general y sacrificios colectivos; unión y reparto de responsabilidades.
Se necesita un Gobierno fuerte con autoritas, no sólo con poder, y cuanto antes. No basta con ceder soberanía a la Europa que el martes nos prepararán Merkel y Sarkozy; hay que hacerlo con inteligencia y eficacia.

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