«La teoría liberal se completa al tiempo que la comunista, no como alternativa a ese ideario –por entonces exótico–, sino para responder al absolutismo monárquico»1. El liberal no es un conservador –a pesar de tener en común con éste una decidida defensa de la propiedad privada como institución– en la medida en que aquél aboga por la autonomía individual de tal forma que, para hacerla efectiva, trata de regular «los deberes hacia terceros». El liberal no obedece a consignas utópicas o milagrosas, sino que, deslindándose de mundos imaginarios, «contempla la aspereza de la vida sin esperanza de milagro»2intentando descubrir qué puede resultar más propicio para optimizar el esfuerzo humano. Tampoco puede ser un dogmático, bien al contrario, el liberal debe ser capaz de reconocer su ignorancia y tratar de superarla sin que interfiera en este propósito el característico prejuicio de aquél. Adam Smith habla de un hombre doctrinario que, apoyado en su imaginación, es capaz de constituir los elementos de una sociedad con la misma facilidad con que un ajedrecista coloca las piezas en el tablero. Sin embargo, ese hombre doctrinario no tiene en cuenta que la sociedad, a diferencia de las piezas del ajedrez, tienen un principio motriz propio que es independiente del que la legislación decida imponerle –en el caso del ajedrez la legislación viene encarnada en la mano del jugador que ejecuta los movimientos de sus piezas–. Si ese principio motriz de la sociedad coincide con la imposición legislativa, entonces «la sociedad humana proseguirá sosegada y armoniosamente, y muy probablemente será feliz y próspera. Si son opuestos o distintos, el juego será lastimoso y la sociedad padecerá el desorden en grado máximo»3.
Amos y siervos identifican libertad con irresponsabilidad, pero la libertad resulta falseada si no se conjuga con la responsabilidad. Cuando Smith nos está hablando del hombre doctrinario que trata a los elementos sociales como piezas de ajedrez, nos está hablando acaso de alguien que no es capaz de distinguir la diferencia entre sencillo y complicado. Lo sencillo atañe a la imaginación en tanto que lo complicado remite a lo real4. Y es precisamente cuando Smith discurre sobre los peligros que entraña el hombre doctrinario «que el liberalismo cunde ya como mentalidad en buena parte de Europa, y falta poco para que Norteamérica lo consagre institucionalmente». Allí está el presidente Jefferson diciendo a sus ciudadanos que confíen en la fortaleza y fuente de estabilidad que representa un Estado no paternalista que asegura a cada uno de ellos una autonomía individual con la que es posible emprender cualquier proyecto de vida en tanto éste no lesione los derechos de los demás.
1Salvo se indique lo contrario, todos textos entrecomillados que aparecen en esta sección pertenecen a Los enemigos del comercio I de Antonio Escohotado.
2Se trata de una cita que hace Escohotado de Hayek, sin embargo consultando la bibliografía citada en Los enemigos del comercio I, no me queda claro a que obra se refiere en concreto.
3Smith, Teoría de los sentimientos morales (Apud: Escohotado, Los enemigos del comercio I).
4Esta distinción entre lo sencillo y lo complicado como oposición de lo imaginario con lo real es un recurso que Escohotado utiliza para diferenciar el mercado (lo real) de la planificación (lo sencillo), esto es, la distinción en última instancia entre el capitalismo y el comunismo. Me ha parecido oportuno utilizar esta oposición escohotadiana para bosquejar la figura del hombre doctrinario.
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