Nacido en Talavera de la Reina, ingresó en la Compañía de Jesús. Profesor en las Universidades de Roma, Palermo y París, abandona sus cargos y se retira a vivir recogidamente en Toledo, desde 1574 hasta su muerte, dedicado a escribir sus tratados teóricos.
El Padre Mariana es uno de nuestros grandes pensadores del Siglo de Oro, pero es, sobre todo, un pensador revolucionario. Publica en Toledo en 1599 su libro De Rege et regis institutione («Sobre el rey y la institución real») en el cual niega el presunto derecho divino de los monarcas a reinar y --lo que es más-- sostiene que, cuando el rey gobierna injustamente, se convierte en tirano --independientemente del título de legitimidad con el cual haya sido exaltado al Trono--, siendo entonces lícito el regicidio.
No sólo eso en general, sino que más en concreto defiende claramente al monje Jaques Clément, el regicida que hirió mortalmente en un atentado al rey de Francia Enrique III en 1589.
Evocando la muerte que luego padeció Jaques Clément, dice Mariana: `sic periit Clemens, aeternum Galliae decus ut plerisque uisum est' (así pereció Clément, perpetua gloria de Francia según el parecer común).
Esa doctrina de Mariana era en realidad herética. La había sostenido Juan Hus y por ello fue condenado por el concilio de Constanza en 1414 (véase el estudio introductorio de nuestra edición del opúsculo de Fray Tomás Campanella, «Alegato a Favor de la Comunidad de Bienes», en esta biblioteca de España Roja). Hay una diferencia de matiz: para Hus, si un gobernante vive en pecado mortal, pasa a ser ilegítimo; para Mariana, lo que lo hace ilegítimo es perpetrar sistemáticamente injusticia en su función de gobernante (sus vicios privados no lo ilegitiman).
Tan enorme impacto tuvo esa obra del P. Mariana que sacudió la confianza de los soberanos. Contra su doctrina y la de otros jesuitas (aunque éstos otros eran mucho más moderados) se alzó indignada la voz del rey de Inglaterra y Escocia, Jacobo I, quien escribió un panfleto de denuncia de sus doctrinas potencialmente antimonárquicas, doctrinas que autorizaban a los súbditos a rebelarse contra el trono en ciertos casos.
Es característico de Mariana que admite la licitud de la insurrección contra el rey aunque éste haya heredado legítimamente la corona y sea católico, si sistemáticamente promulga leyes o disposiciones injustas.
De hecho la obra de Mariana fue relegada y prácticamente prohibida. Póstumamente han tratado de aguarla y quitarle hierro. Los revolucionarios muertos son a veces recuperados, embalsamados, para que no sean bandera de lucha.
Mas España Roja hace de la obra de nuestro gran jesuita toledano una bandera de combate por el bien, por la verdad, por la justicia.
No sólo en eso fue progresista el gran talaverano, sino también en denunciar el horrendo y cruel espectáculo de las corridas de toros (hízolo en su obra De spectaculis, que tuvo que publicar fuera de España, en Colonia, en 1609).
El Padre Mariana es uno de nuestros grandes pensadores del Siglo de Oro, pero es, sobre todo, un pensador revolucionario. Publica en Toledo en 1599 su libro De Rege et regis institutione («Sobre el rey y la institución real») en el cual niega el presunto derecho divino de los monarcas a reinar y --lo que es más-- sostiene que, cuando el rey gobierna injustamente, se convierte en tirano --independientemente del título de legitimidad con el cual haya sido exaltado al Trono--, siendo entonces lícito el regicidio.
No sólo eso en general, sino que más en concreto defiende claramente al monje Jaques Clément, el regicida que hirió mortalmente en un atentado al rey de Francia Enrique III en 1589.
Evocando la muerte que luego padeció Jaques Clément, dice Mariana: `sic periit Clemens, aeternum Galliae decus ut plerisque uisum est' (así pereció Clément, perpetua gloria de Francia según el parecer común).
Esa doctrina de Mariana era en realidad herética. La había sostenido Juan Hus y por ello fue condenado por el concilio de Constanza en 1414 (véase el estudio introductorio de nuestra edición del opúsculo de Fray Tomás Campanella, «Alegato a Favor de la Comunidad de Bienes», en esta biblioteca de España Roja). Hay una diferencia de matiz: para Hus, si un gobernante vive en pecado mortal, pasa a ser ilegítimo; para Mariana, lo que lo hace ilegítimo es perpetrar sistemáticamente injusticia en su función de gobernante (sus vicios privados no lo ilegitiman).
Tan enorme impacto tuvo esa obra del P. Mariana que sacudió la confianza de los soberanos. Contra su doctrina y la de otros jesuitas (aunque éstos otros eran mucho más moderados) se alzó indignada la voz del rey de Inglaterra y Escocia, Jacobo I, quien escribió un panfleto de denuncia de sus doctrinas potencialmente antimonárquicas, doctrinas que autorizaban a los súbditos a rebelarse contra el trono en ciertos casos.
Es característico de Mariana que admite la licitud de la insurrección contra el rey aunque éste haya heredado legítimamente la corona y sea católico, si sistemáticamente promulga leyes o disposiciones injustas.
De hecho la obra de Mariana fue relegada y prácticamente prohibida. Póstumamente han tratado de aguarla y quitarle hierro. Los revolucionarios muertos son a veces recuperados, embalsamados, para que no sean bandera de lucha.
Mas España Roja hace de la obra de nuestro gran jesuita toledano una bandera de combate por el bien, por la verdad, por la justicia.
No sólo en eso fue progresista el gran talaverano, sino también en denunciar el horrendo y cruel espectáculo de las corridas de toros (hízolo en su obra De spectaculis, que tuvo que publicar fuera de España, en Colonia, en 1609).
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