sábado, 23 de julio de 2011

Rafael Vera Ex Secretario de Seguridad del Estado

Vera: "Enviábamos por Navidad corbatas de seda Gucci y Hermès a jueces y fiscales"
23-07-2011 | 12
Vera asegura "enviábamos por Navidad corbatas de seda Gucci y Hermès a jueces y fiscales". "No habrá muchos gestores en política que no hayan recibido regalos durante el desempeño de su cargo". "Camps estará sufriendo mucho en compañía de su familia", asegura el ex secretario de Estado.
Redacción. Madrid
El ex secretario de Estado de Seguridad Rafael Vera siempre ha defendido que fue condenado injustamente, víctima de una cacería político-mediática que trató de arruinar su vida. Antes de pasar por los tribunales –donde aún litiga para salvaguardar su honor–, muchos ya le condenaron. Padeció una época convulsa y acabó fuera de la vida pública porque, entre otras cosas, fue leal.
Hoy, escándalos diversos, como el caso Faisán o la trama Gürtel, zarandean de nuevo a la opinión pública. Y ante la dimisión de Francisco Camps por el caso de los trajes, Vera ha querido solidarizarse con él porque conoce de primera mano cómo son los juicios paralelos, las penas de telediario, las traiciones y el abandono de los que alguien cree fieles. Para ello, ha enviado a LA GACETA el artículo que sigue:
“¿Quién se puede creer, si es que fue así, que unos trajes sirvieron para comprar la voluntad de un responsable político de ese nivel? Si hablamos de regalos, no habrá muchos gestores en la vida política que no hayan recibido, en uno u otro momento durante el desempeño de su cargo, algún obsequio que únicamente perseguía recordar una fecha señalada, la conmemoración de un acontecimiento o la inauguración de una obra. ¿Cómo se mide el valor del obsequio?
A simple vista puede parecer algo inservible o de poco valor, y encontrarte después con que el valor intrínseco es muy superior al de un traje o una corbata de seda. Regalaban a altos cargos de la Administración, en aquellos años de mi estancia política en Interior, algún grabado numerado, algún facsímile de libro antiguo o alguna escultura de bronce o porcelana, de buen porte y factura, para conmemorar un aniversario o felicitar las Navidades, y que con toda seguridad, con el paso del tiempo, han adquirido un valor superior al de una ropa o unos zapatos, que con el uso se devalúan.
Esos obsequios provenían de Empresas Públicas, Organismos oficiales o Patronatos creados para el desarrollo de determinados acontecimientos públicos y de gran relieve. No hubo escándalos ni linchamientos.
¿Qué decir de los fiscales y jueces, que parecen vacunados para resistir las tentaciones que asaltan al resto de los mortales? Pues han actuado en estos casos como los demás seres humanos, con la cortesía propia a la hora de recibir un obsequio que sólo perseguía el reconocimiento a un trabajo lleno de peligros y de sacrificio, lejos de la familia y del ocio, y el deseo de manifestarlo en fechas señaladas. Claro que las corbatas de seda que la Seguridad del Estado les enviaba por Navidad no eran de Milano, sino de Gucci, de Celine o de Hermès. Lo demás es hipocresía.
Romper una lanza
Quiero romper una lanza en favor de un ser humano, que a estas alturas es lo que más me importa, y me refiero a la persona de Francisco Camps, que, haciendo mío el comentario de la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, estará sufriendo, y mucho, en compañía de su familia. (Lo personalizo en el ex presidente de la Generalitat Valenciana, pero no me olvido de sus compañeros de banquillo mediático y judicial.)
Después de diecisiete años, con unos titulares canallescos, y en el medio de comunicación de siempre, anunciando lo que debo esperar del Tribunal Constitucional, que cerraría, con la culminación de una enorme injusticia, mi calvario judicial, he vuelto a repasar la gestión política que hice en aquellos convulsos tiempos de las postrimerías de la Transición, cuando apenas quedaban ni tiempo ni ganas para hacer algo diferente que administrar con prudencia y firmeza la Seguridad del Estado.
Manipulación
El balance es positivo, quizá no tanto para algunos intelectuales de izquierdas que jamás se han manchado con algo que no sea la tinta negra que han utilizado para escribir esas columnas de opinión llenas de demagogia y de manipulación, pero que sí lo ha sido para los intereses de mi Patria. Aquí estamos, veintinueve años después, viviendo en un País democrático, con los defectos y con las virtudes de cualquiera de los Estados que componen el Mundo Libre.
Pero no pretendo dedicar este breve artículo a exponer razones, que se pueden compartir o no, para exonerarme de responsabilidades o de errores en mi gestión: todo se verá con el paso de los años y el sosiego que impone el alejamiento de la coyuntura política utilizada de manera infame y partidaria, aderezada con la mentira repetida hasta la náusea en algún medio de comuni-cación”.

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