Portugal -sector público y privado- adeudaba a la banca extranjera un total de 202.000 millones de dólares a finales de 2010, según los últimos datos disponibles del Banco Internacional de Pagos (BPI, por sus siglas en inglés). En concreto, 194.605 millones a bancos europeos y apenas 7.767 a los de fuera de la UE.
Y en este campo, España se lleva la palma, ya que es su mayor acreedor: Portugal adeuda a la banca española 84.622 millones de dólares (algo más de 59.000 millones de euros), el 43,5% de la exposición bancaria europea a este país y el 41,8% del total.
A finales del pasado año, bancos y cajas nacionales mantenían una deuda pendiente de 8.451 millones con el sector público luso, 7.389 millones con su banca y casi 69.000 millones de dólares en créditos al sector privado no financiero (empresas y particulares).
De este modo, la banca española sería la más afectada en caso de que Portugal tenga que afrontar una restructuración de deuda similar a la prevista para Grecia. Y es que, aunque la gran mayoría de los créditos corresponden a empresas no bancarias lusas, cabe tener en cuenta que la economía privada de Portugal depende en gran medida del sector público, ya que su peso asciende al 50% del PIB.
En este sentido, la agencia de calificación Moody´s decidió el martes rebajar de forma drástica la calidad crediticia de Portugal tras poner en duda que su Gobierno logre acudir a los mercados de deuda en el plazo estipulado por el reciente rescate internacional. De hecho, no descarta que precise de un segundo rescate en el que, al igual que se plantea ahora con Atenas, muy posiblemente participarían los acreedores privados (bancos nacionales y extranjeros).
Pese a ello, se trata de una exposición inferior a la que registraba en el tercer trimestre de 2010 (76.500 millones de euros). La banca española ha ido reduciendo paulatinamente su volumen de préstamos al país vecino, cuya situación financiera se ha ido agravando hasta el punto de tener que precisar ayuda internacional para evitar la quiebra.
Este proceso de desapalancamiento no es exclusivo de España. El sistema financiero internacional ha estado reduciendo su exposición a los países más problemáticos de la zona euro al tiempo que se recrudecía la crisis de deuda pública, aunque se trata de una caída no exenta de matices.
A finales de 2010 obraba en poder de los bancos declarantes al BPI un total de 810.000 millones de dólares en activos exteriores consolidados frente a residentes en Grecia, Irlanda y Portugal, los tres países de la zona del euro que han recibido apoyo externo de la UE y del FMI. Según este organismo, los activos exteriores frente a ese grupo de países se redujeron en 97.000 millones de dólares durante el cuatro trimestre.
La mayor parte de la contracción se debió a un declive de 83.000 millones de dólares en los activos exteriores ubicados en Irlanda, concentrados básicamente en la exposición a la banca irlandesa (66.000 millones menos en el cuarto trimestre). Las entidades bancarias que operan a nivel internacional también declararon una reducción en sus activos exteriores frente a los sectores privado no bancario y público de Irlanda (14.000 millones de dólares y 2.600 millones, respectivamente). Asimismo, los activos exteriores frente a Grecia y Portugal también disminuyeron durante los últimos meses de 2010, aunque en mucha menor medida que en el caso irlandés.
Sin embargo, esta ruptura en las series tiene una explicación metodológica, ya que una parte sustancial de dicho descenso en la exposición crediticia a estos tres países se debe a la transferencia de activos desde la banca privada a los denominados "bancos malos".
Por lo general, esas sociedades gestoras de activos (de titularidad pública o con aval público) no declaran al BPI a efectos de las estadísticas bancarias internacionales que confecciona esta institución, ya que no se consideran bancos. En consecuencia, las transferencias de activos del sistema financiero internacional a estos "bancos malos" resultan en una disminución de las exposiciones externas declaradas en estas estadísticas, que no quedan registradas como variaciones en las cantidades sino como rupturas en las series.
Es decir, la mayor parte de la reducción crediticia exterior a estos países se debe, básicamente, a la transferencia de activos bancarios a agencias públicas o entidades con aval público (bancos malos), tal y como acontecido de forma especialmente relevante en Irlanda.
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