Seis prestigiosos economistas vinculados a la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (FEDEA) firman con el pseudónimo colectivo de Jorge Juan un breve libro en el que ofrecen su diagnóstico de los males que hoy afectan a la economía española y algunas propuestas de solución.
No creo ser el único ciudadano que un día se dio cuenta de que no entendía qué era eso de la titulización de las hipotecas subprime y que sin ello tampoco podía entender el mundo en que vivía. Cuando la economía va bien, como en los años de bonanza que España vivió desde 1995 hasta 2008, los tecnicismos económicos no despiertan un interés general, pero desde la quiebra de Lehman Brothers muchos hemos empezado a buscar en Internet sitios que nos esclarezcan la amenaza. Algunos tienen la cortesía de dirigirse al lector no especializado y entre ellos se encuentra Nada es Gratis, el blog de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (FEDEA), “la voz de la banca y la gran patronal” según sus críticos (Vicenç Navarro), que proporciona unos análisis claros y bien argumentados. Pero, incluso en la era de Internet, el libro sigue siendo un indispensable instrumento de comunicación y por ello es de agradecer que seis prestigiosos economistas vinculados a FEDEA, que firman con el pseudónimo colectivo de Jorge Juan, hayan publicado un breve libro en que ofrecen su diagnóstico de los males que hoy afectan a la economía española y algunas propuestas de solución.
Al margen de que se esté de acuerdo o no con sus propuestas, algunas de ellas muy polémicas, por ejemplo en el terreno educativo, la lectura de Nada es gratis es muy recomendable porque proporciona un compendio de información indispensable y argumentos para el gran debate que tiene pendiente la sociedad española. El debate acerca de la dirección que debe tomar nuestro esfuerzo colectivo para que nuestros magníficos logros del último medio siglo no desemboquen en un período de pérdida de competitividad, de estancamiento económico y de deterioro del Estado del bienestar. Y quizá para ese debate el mejor punto de partida es no dejarse ganar por el pesimismo, porque si en las últimas décadas nuestro progreso es espectacular no hay por qué temer que seamos incapaces de reanudarlo. Dos de los elocuentes gráficos que salpican las páginas de Nada es gratis demuestran el elevado nivel de bienestar y eficacia que hemos alcanzado: nuestra esperanza de vida es la mayor de todos los países de la Europa de los quince y, sin embargo, nuestro gasto en sanidad, pública y privada, como porcentaje del PIB es el quinto más bajo. Ello implica que nuestro sistema de sanidad es efectivo y no es particularmente caro, ¿por qué habría que reformarlo entonces?
La respuesta estriba en que el mundo en que vivimos se parece mucho al país de las maravillas, en el que a Alicia le explicaron que había que correr mucho sólo para quedarse en el mismo sitio, es decir que las reformas permanentes son necesarias para que las instituciones sigan siendo eficaces. En concreto, el caso de la sanidad lo explica muy bien Nada es gratis. El avance de la sanidad tiene el maravilloso resultado de prolongar nuestra esperanza de vida
y con ello también el periodo en que necesitamos más cuidados; mientras que la investigación médica proporciona tratamientos cada vez más eficaces
y más costosos. Así es que nos encontramos ante una espiral de gasto creciente que obliga a una continua mejora del sistema, aunque hasta ahora la opinión pública apenas lo haya percibido.
Ahora bien, las reformas deben partir de un principio bien conocido por los economistas hace décadas y que Jorge Juan recuerda: la sanidad no es un sector que pueda funcionar mediante el sistema de mercado, motivo por el cual en todos los países está muy regulada y es suministrada en gran medida por el sector público. Así es en España y así debe seguir siendo, pero son necesarias reformas, entre ellas la introducción de pequeños pagos por parte del usuario que moderen la asistencia sanitaria y el gasto farmacéutico.
El caso de la sanidad es un buen ejemplo de que la necesidad de reformas depende de factores estructurales independientes de la difícil coyuntura económica que atravesamos, aunque ésta ha agravado sin duda el problema. Por otra parte, la Gran Recesión se inició en el sector financiero de Estados Unidos, en parte por las perversas consecuencias de la titulización, así es que, al menos de eso, el presidente Zapatero no ha tenido la culpa. Pero en España la recesión tiene también orígenes internos, en concreto en una doble burbuja inmobiliaria y financiera de la que Nada es gratis ofrece una explicación clarísima, que se apoya también en dos gráficos, uno acerca del incremento de los precios reales de la vivienda, que fue espectacular entre 1998 y 2008, y otro acerca de la no menos impresionante expansión del crédito en esos mismo años. El incremento del déficit público, que a través de su repercusión en la prima de riesgo de la deuda soberana nos atenaza hoy, fue el resultado del estallido de ambas burbujas y el consiguiente hundimiento del sector privado, en el que la construcción estaba sobredimensionada. De acuerdo con los cálculos de Jorge Juan, el déficit público ha resultado en porcentajes similares del descenso de los ingresos fiscales, debido a la crisis económica, y al aumento de los gastos, debido sobre todo al incremento de las prestaciones por desempleo.
Llegamos con ello al gran problema de la reducción del déficit público. El diagnóstico de Jorge Juan es preocupante: el ajuste fiscal es indispensable, pero no tenemos mucho margen para efectuarlo. España tiene un porcentaje de gasto público reducido respecto a los países de nuestro entorno y además el aumento del gasto en pensiones, sanidad y pagos de la deuda es casi irreversible. Por otra parte, el aumento de la presión fiscal resulta impopular, pero quizá haya que afrontarlo a través de impuestos especiales, como un impuesto sobre la emisión de dióxido de carbono, deseable por varios motivos, y de un incremento del IVA.
Así es que el ajuste habrá que hacerlo, pero será difícil y doloroso y no resolverá nuestros problemas de fondo, que sólo tendrán solución a través de un crecimiento económico basado en la productividad y la competitividad. En opinión de Jorge Juan, las prioritarias son la reforma educativa, la del mercado laboral y la administrativa. Una economía competitiva exige ciudadanos bien formados y con capacidad de innovación y ello pasa por el sistema educativo. Los síntomas de que España no se encuentra a la altura de los países avanzados a este respecto son claros. El número de patentes por millón de habitantes es seis veces menor a la media de la Unión Europea, nuestros quinceañeros obtienen resultados mediocres en los exámenes internacionales del proyecto PISA, y nuestras universida des brillan por su ausencia entre las mejores del mundo. Nuestra elevada tasa de desempleo representa uno de nuestros mayores problemas, no sólo en el plano social, sino también en el económico. Y en el plano administrativo, nos encontramos con que no se facilita la creación de nuevas empresas, con que hay un exceso de regulación autonómica y con que el sistema judicial es ineficiente. Necesitamos pues un gran proyecto de reformas, coordinado y que goce de apoyo popular.
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