La respuesta se haya en el lejano final del siglo XIX cuando lo que hoy es una calle no era mas que un terreno sin urbanizar. En ese lugar se quería construir un acceso a la recién creada Vía Layetana. El terreno pertenecía a una opulenta familia que cedió la propiedad tras una negociación que incluyo el que la nueva calle fuera bautizada con un nombre escogido por la familia.
Esa costumbre era muy habitual en la época, lo que lleno el nomenclátor con numerosos apellidos sin relevancia histórica. El caso que nos ocupa fue diferente, los propietarios eran la viuda e hijos del dueño del Banco Simeón (Hoy Caixa Geral) un empresario textil llamado Simeón Gárcia de la Riva, fallecido en 1889 al que su familia decidió homenajear poniendo el nombre del pueblo en el que había nacido, consiguiendo así que la pequeña y siempre añorada Ortigosa de Cameros fuera inmortalizada para siempre en Barcelona.
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