Armagedón, de José García Montalvo en El Mundo
Ayer por la tarde, y tras lo sucedido a lo largo del día, recordé que en los años de la década prodigiosa española se puso de moda entre los convencidos de la existencia de de una descomunal burbuja inmobiliaria el término Armagedonismo. En algún foro lo definían como «visionarismo de tipo destructivo que dice que tras el estadillo de la burbuja inmobiliaria en España puede pasar de todo… hasta la destrucción completa de la economía».
Pues bien, ayer parecía que el Armagedón, el término bíblico que evoca el fin del mundo causado por catástrofes, había llegado. La Bolsa caía a plomo y la prima de riesgo se disparaba hasta alcanzar territorio virgen. Cierto que ya hemos vivido muchos días de caída de los parqués y de subida de la prima, pero ayer parecía diferente. Hacía poco que el Bundestag alemán había aprobado el paquete de soporte a la banca española y la UE había acordado el avance de 30.000 millones. Desgraciadamente, como viene siendo habitual en todos estos meses de crisis de la zona euro, las noticias negativas siempre pesan más.
De repente, que la Comunidad Valenciana pidiera apoyo y que el BCE dejara de aceptar los bonos emitidos y garantizados por Grecia desencadenó la nueva tormenta. Luego vinieron las preguntas y justificaciones expost: que si hacen falta 10.000 millones adicionales de recortes; que de dónde saldrán los 18.000 millones que necesitan las CCAA, y otras en la misma línea.
Claro que cuando se plantean recortes fuertes la preocupación parece trasladarse hacia su efecto sobre el crecimiento. El Gobierno defiende que sus medidas para contener el déficit producirían una caída de la prima de riesgo que compensaría la contracción económica que pudieran provocar. En principio este efecto es posible: suponiendo un multiplicador de 0,5, una reducción de 25.000 millones de euros en el gasto público podría compensarse con una reducción de la prima de riesgo de unos 100 puntos básicos. El problema surge cuando la prima no deja de subir en lugar de bajar. Entonces estamos en el peor de los mundos pues perdemos por los dos lados.
El argumento de que en el corto plazo tendremos contracción pero en el medio plazo saldremos adelante es simplemente voluntarista. Claramente algo está fallando. La visión edulcorada de considerar la reducción del déficit público como el único objetivo simplifica las decisiones de política económica, pero no asegura la resolución de los problemas. Da lo mismo la composición entre reducción de gasto y aumento de los impuestos. Da lo mismo qué impuestos suben y qué gastos bajan. Y se hacen previsiones del efecto sobre la recaudación sin tener en cuenta que la gente reacciona a estos cambios.
Tampoco ayuda que un ministro diga en la tribuna del Congreso que no hay dinero, o que el presidente del Gobierno defienda que él dice y promete lo que considera conveniente, pero que hace lo que tiene que hacer. Excelente en firmeza, pero suspenso en credibilidad, justamente lo que más necesita la economía española en estos momentos. ¡Qué el Armagedón nos pille confesados!
José García Montalvo es catedrático de Economía de la Universidad Pompeu Fabra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario