martes, 26 de junio de 2018

Los 7 hábitos de la Gente Muy Efectiva

Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva son los siguientes:
  1. El hábito de la proactividad nos da la libertad para poder escoger nuestra respuesta a los estímulos del medioambiente. Nos faculta para responder de acuerdo con nuestros principios y valores. En esencia, es lo que nos hace humanos y nos permite afirmar que somos los arquitectos de nuestro propio destino.
  2. Comenzar con un fin en mente hace posible que nuestra vida tenga razón de ser, pues la creación de una visión de lo que queremos lograr permite que nuestras acciones estén dirigidas a lo que verdaderamente es significativo en nuestras vidas.
  3. Poner primero lo primero nos permite liberarnos de la tiranía de lo urgente para dedicar tiempo a las actividades que en verdad dan sentido a nuestras vidas. Es la disciplina de llevar a cabo lo importante, lo cual nos permite convertir en realidad la visión que forjamos en el hábito 2.
  4. Pensar en Ganar-Ganar nos permite desarrollar una mentalidad de abundancia material y espiritual, pues nos cuestiona la premisa de que la vida es un “juego de suma cero” donde para que yo gane alguien tiene que perder.
  5. Buscar entender primero y ser entendido después es la esencia del respeto a los demás. La necesidad que tenemos de ser entendidos es uno de los sentimientos más intensos de todos los seres humanos. Este hábito es la clave de las relaciones humanas efectivas y posibilita llegar a acuerdos de tipo Ganar-Ganar.
  6. Sinergizar es el resultado de cultivar la habilidad y la actitud de valorar la diversidad. La síntesis de ideas divergentes produce ideas mejores y superiores a las ideas individuales. El logro del trabajo en equipo y la innovación son el resultado de este hábito.
  7. Afilar la sierra es usar la capacidad que tenemos para renovarnos física, mental y espiritualmente. Es lo que nos permite establecer un equilibrio entre todas las dimensiones de nuestro ser, a fin de ser efectivos en los diferentes papeles (roles) que desempeñamos en nuestras vidas.
Los 7 hábitos no son un conjunto de partes independientes o fórmulas fragmentadas. En armonía con las leyes naturales del crecimiento, proporcionan un enfoque gradual, secuencial y altamente integrado del desarrollo de la efectividad personal e interpersonal. Nos mueven paulatinamente sobre un continuo de madurez, desde la dependencia hacia la independencia y hasta la interdependencia.
Todos empezamos nuestra vida como seres totalmente dependientes de otros. Sin sus cuidados solo viviríamos unas horas, o a lo sumo unos pocos días.
Después, gradualmente, nos volvemos cada vez más independientes —física, mental, emocional y económicamente— hasta que por fin podemos hacernos cargo de nuestra persona.
Cuando seguimos creciendo y madurando, tomamos cada vez más conciencia de que toda la naturaleza es interdependiente, de que existe un sistema ecológico que la gobierna a ella y también a la sociedad. Además, descubrimos que los más altos logros de nuestra naturaleza tienen que ver con las relaciones con los otros, que la vida humana también es interdependiente.
Las personas dependientes necesitan de los otros para conseguir lo que quieren. Las personas independientes consiguen lo que quieren gracias a su propio esfuerzo. Las personas interdependientes combinan sus esfuerzos con los esfuerzos de otros para lograr un éxito mayor.
Los hábitos 1, 2 y 3 tienen que ver con el autodominio. Llevan a una persona de la dependencia a la independencia. Son las “victorias privadas”, la esencia del desarrollo del carácter. Las “victorias privadas” preceden a las “victorias públicas”. No se puede invertir ese proceso, así como no se puede recoger una cosecha antes de la siembra. Es de dentro hacia fuera.
Cuando uno se vuelve verdaderamente independiente, posee ya una base para la interdependencia efectiva. Posee un carácter de base a partir del cual se puede obrar con más efectividad sobre las “victorias públicas”, más orientadas hacia la personalidad, el trabajo de equipo, la cooperación y la comunicación, de los hábitos 4, 5 y 6.
El hábito 7 es el hábito de la renovación: una renovación regular y equilibrada de las cuatro dimensiones básicas de la vida. Abarca y encarna todos los otros hábitos. El hábito 7 es el que crea la espiral de desarrollo ascendente que nos conduce a nuevos niveles de comprensión y a vivir cada uno de los hábitos en un plano cada vez más elevado.
El diagrama que aparece a continuación es una representación visual de la secuencia e interdependencia de los 7 hábitos:
  
  
A continuación, veremos con más detalle cada uno de los siete hábitos.

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Hábito 1: ser proactivo

El psiquiatra Viktor Frankl estuvo encerrado en campos de concentración de la Alemania nazi. Con la excepción de su hermana, perdió a toda su familia. El propio Frankl fue sometido a innumerables humillaciones, sin estar nunca seguro de si en el momento siguiente lo llevarían a la cámara de gas.
Un día, desnudo y solo en una pequeña habitación, empezó a tomar conciencia de lo que denominó “la libertad última”, esa libertad que sus carceleros no podían quitarle. Podían controlar todo su ambiente, hacer lo que quisieran con su cuerpo, pero el propio Viktor Frankl era un ser autoconsciente capaz de ver como observador su propia participación en los hechos. Su identidad básica estaba intacta. En su interior él podía decidir de qué modo podía afectarle todo aquello.
En las más degradantes circunstancias imaginables, Frankl usó el privilegio humano de la autoconciencia para descubrir un principio fundamental de la naturaleza del hombre: entre el estímulo y la respuesta, el ser humano tiene la libertad interior de elegir.
Al describir los principios básicos de la naturaleza del hombre, Frankl trazó un mapa preciso de sí mismo, a partir del cual empezó a desarrollar el primer y fundamental hábito de las personas que, en cualquier medio, son altamente efectivas: el hábito de la proactividad.
La palabra proactividad no quiere decir solo tomar la iniciativa. Significa que, como seres humanos, somos responsables de nuestra propia vida. Nuestra conducta es una función de nuestras decisiones, no de nuestras circunstancias vitales. Podemos subordinar los sentimientos a nuestros valores y principios. Tenemos la iniciativa y la responsabilidad de hacer que las cosas sucedan.
Dado que por naturaleza somos proactivos, si nuestra vida está en función de condicionantes externos, ello se debe a que, por decisión consciente u omisión, elegimos otorgar a esas cosas el poder de controlarnos. Si nuestra decisión es esa, nos volvemos reactivos. Las personas reactivas se ven a menudo afectadas por su ambiente físico. Si el tiempo es bueno, se sienten bien. Si no lo es, afecta a sus actitudes y su comportamiento. Las personas proactivas llevan consigo su propio clima. Las personas reactivas se ven también afectadas por el ambiente social, por el llamado “clima social”. Cuando se las trata bien, se sienten bien; cuando no las tratan bien, se vuelven defensivas o autoprotectoras. Las personas reactivas construyen sus vidas emocionales en torno a la conducta de los otros, permitiendo que los defectos de las otras personas las controlen.
Eleanor Roosevelt observó: “Nadie puede herirte sin tu consentimiento”. Y Gandhi dijo: “Ellos no pueden quitarnos nuestro respeto por nosotros mismos si nosotros no se lo damos”. Para empezar, lo que nos daña, mucho más que lo que nos sucede, es nuestro permiso, nuestro consentimiento a lo que nos sucede. Admito que esto es muy difícil de aceptar emocionalmente, en especial si durante años y años hemos explicado nuestra desdicha apelando a las circunstancias o a la conducta de algún otro. Pero hasta que una persona no pueda decir, profunda y honestamente: “Soy lo que soy como consecuencia de mis elecciones de ayer”, tampoco podrá decir: “Elijo otra cosa”. No es lo que los otros hacen ni nuestros propios errores lo que más nos daña; es nuestra respuesta. Si perseguimos a la víbora venenosa que nos ha mordido, lo único que conseguiremos será provocar que el veneno se extienda por todo nuestro cuerpo. Es mucho mejor tomar medidas inmediatas para extraer el veneno.
Las circunstancias difíciles suelen dar origen a cambios de paradigma, a marcos de referencia totalmente nuevos, a través de los cuales la gente ve el mundo, se ve a sí misma y ve a los otros y lo que la vida le pide. Su perspectiva más amplia refleja los valores actitudinales que nos elevan e inspiran a todos. Nuestra naturaleza básica consiste en actuar, no en que se actúe por nosotros. Esto nos permite elegir nuestras respuestas a circunstancias particulares y, además, nos da poder para crear las propias circunstancias. Tomar la iniciativa no significa ser insistente, molesto o agresivo. Significa reconocer nuestra responsabilidad de hacer que las cosas sucedan.
Un modo excelente de tomar más conciencia de nuestro propio grado de proactividad consiste en examinar en qué invertimos nuestro tiempo y nuestra energía. Cada uno de nosotros tiene una amplia gama de preocupaciones: la salud, los hijos, los problemas del trabajo, la deuda pública, las guerras… Podemos separarlas de las cosas con las que no tenemos ningún compromiso mental o emocional, creando un “círculo de preocupación”.
Cuando revisamos las cosas que están dentro de nuestro círculo de preocupación resulta evidente que sobre algunas de ellas no tenemos ningún control real y, con respecto a otras, podemos hacer algo. Podemos identificar las preocupaciones de este último grupo circunscribiéndolas dentro de un “círculo de influencia” más pequeño. Las personas proactivas centran sus esfuerzos en el círculo de influencia. Se dedican a las cosas con respecto a las cuales pueden hacer algo. Su energía es positiva: se amplía y aumenta, lo cual conduce a la ampliación del círculo de influencia.
Un modo de determinar cuál es nuestro círculo de preocupación consiste en distinguir los “tener” y los “ser”. El círculo de preocupación está lleno de “tener”: “Estaré contento cuando tenga casa propia”; “Si tuviera un jefe que no fuera tan dictador...”; “Si tuviera una esposa más paciente...”; “Si tuviera un hijo más obediente...”. El círculo de influencia está lleno de “ser”: puedo ser más paciente, puedo ser sensato, puedo ser cariñoso. El foco está en el carácter.
Siempre que pensemos que el problema está “ahí fuera”, este pensamiento es el problema, porque otorgamos a algo que está fuera el poder de controlarnos. El paradigma del cambio es entonces de fuera hacia dentro: lo que está fuera tiene que cambiar antes de que cambiemos nosotros.
El enfoque proactivo consiste en cambiar de dentro hacia fuera. El enfoque proactivo proponeser distinto, y de esta manera provocar un cambio positivo en lo que está fuera: puedo ser más ingenioso, más diligente, más creativo, más cooperativo.
Al estudiar los otros seis hábitos, que veremos a continuación, el lector comprobará que cada uno de ellos depende del desarrollo de los músculos proactivos. En todos los casos, es uno mismo quien tiene la responsabilidad de actuar. Si espera que los demás actúen sobre usted, actuarán sobre usted. Y las consecuencias en cuanto al desarrollo y las oportunidades dependen de que se siga una u otra ruta. 

lunes, 25 de junio de 2018

Liberalismo en Von Mises


El lugar del Liberalismo de Mises

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El gran movimiento intelectual y político conocido como liberalismo ha sido uno de los principales moldeadores del mundo moderno. Como escribió Ludwig von Mises, “cambió la faz de la tierra”, creando para los pueblos que compartían en ésta una vida de libertad y abundancia sin parangón en la historia. Con esto, la penuria de las obras generales sobre la historia y las bases filosóficas del liberalismo, así como la mediocridad de las disponibles es verdaderamente curiosa. (Sin embargo, esto no es aplicable a obras de ámbito más limitado. Por ejemplo, The Decline of American Liberalism (1955) de Arthur A. Ekirch, Jr., combina un estudio riguroso con una experimentada comprensión del verdadero significado del liberalismo).
El mejor libro conocido sobre la materia es sin duda la Historia del liberalismo europeo, de Guido de Ruggiero, publicado originalmente en 1925. Aún útil en algunos aspectos, sufre de una confusión intelectual y una falta de innovación tal vez atribuible a la filosofía neoidealista popular en la Italia de aquel tiempo, de la que era seguidor el autor. Además, aunque liberal en un sentido muy amplio, Ruggiero tenía pocos conocimientos de economía o del funcionamiento del libre mercado. Su vulnerabilidad ante argumentos anticapitalistas puede apreciarse, por ejemplo, en su tratamiento de la Revolución Industrial en Gran Bretaña. Aquí repite la interpretación socialista común de ese gran proceso como una catástrofe para la clase trabajadora, en términos que apenas se diferencian de los de Friedrich Engels.
El defecto básico de la obra de Ruggiero, como en la mayoría de los demás autores que analizaremos, es que acepta e incluso consagra un cambio que estaba ocurriendo entonces en el uso de la propia palabra “liberal”. En lugar de implicar, como lo hacía previamente, una firme creencia en la propiedad privada y el libre mercado, “liberal” empezó primero a ser compatible con el apoyo a un amplio rango de medidas intervencionistas y del estado de bienestar, y luego incluso, en Estados Unidos y otros lugares, a designar precisamente ese apoyo. Como observaba sagazmente Schumpeter en su monumental Historia del análisis económico, “Como cumplido supremo, aunque involuntario, los enemigos del sistema de empresa privada pensaron que era inteligente apropiarse de su etiqueta”. Si la concepción subyacente del libro de Ruggiero manifiesta esta distorsión, una obra anterior, Liberalismo de L.T. Hobhouse (1911) desempeñó un papel importante en producirla. Este breve libro, a pesar de su prometedor título, es hoy de poco valor, excepto como hito en el acomodo de lo que John Gray llamó perspicazmente el liberalismo revisionista del cambio de siglo hacia el socialismo y la socialdemocracia.
La amalgama de liberalismo genuino con la tendencia del intervencionismo que hoy se califica a menudo con tal nombre es también el error incapacitante de dos libros del investigador estadounidense J. Salwyn Schapiro, Condorcet and the Rise of Liberalism (1934) y Liberalism and The Challenge of Fascism (1949). Es característico de la confusión de estas obras muy conocidas en su momento que la versión clásica y auténtica se ve denigrada con la etiqueta de “liberalismo burgués”, consagrando así esa propaganda marxista como terminología científica aceptada. Aún menos simpatizante con el espíritu del verdadero liberalismo son los escritos de dos socialistas británicos, Harold Laski, con The Rise of European Liberalism (1931) y Kingsley Martin con The Rise of French Liberal Thought (1926). Al igual que en las obras de Schapiro, se ofrece alguna información útil, especialmente por parte de Martin, pero su valor en general se ve viciado por una perspectiva distorsionada. Debe considerarse una gran lástima que la historia de las ideas liberales nunca haya sido asumida por uno de los grandes historiadores de la época liberal, por ejemplo, por Lord Acton, Lecky o John Morley, el soberbio biógrafo de Cobden y Gladstone.
Una clase en sí misma es una antología brillantemente editada, El liberalismo en occidente: historia en documentos, de E.K. Bramsted y K.J. Melhuish (1978). Por supuesto, ha habido numerosas colecciones sobre la materia. Lo que distingue a ésta no es sólo la exhaustividad y riqueza de las selecciones, sino la inteligencia y perspicacia de los comentarios. Sin embargo, de nuevo la empresa sufre del inútil intento de integrar a Herbert Spencer y Frederic Bastiat en el mismo movimiento general que John Maynard Keynes e incluso Lord Beveridge, el ideólogo del estado del bienestar de la cuna a la tumba británico. Un fallo similar socava un reciente tratado general, Liberalism, de David Manning, que añade prolijidad y numerosos errores propios.
El Liberalismo de Mises supone un claro contraste con la generalidad de las demás obras en este campo. En líneas límpidas y claras indica lo que significaba ser liberal cuando el liberalismo era el espectro que recorría Europa y, de hecho, buena parte del resto del mundo. En la exposición de Mises, el liberalismo se muestra como una teoría coherente del hombre y la sociedad, y de los acuerdos institucionales que hacen falta para promover la armonía social y el bienestar general. En particular, la filosofía social se coloca directamente como fundamento de garantía de la propiedad privada de los medios de producción. No se hace ningún intento de acomodar el concepto de liberalismo a puntos de vista intrínsecamente incompatibles con él, como el socialismo o cualquier variedad de intervencionismo. Por el contrario, empezando a partir del principio de la propiedad privada, Mises demuestra cómo los demás elementos del imaginario liberal (libertad personal, paz, gobierno democrático, tolerancia e igualdad ante la ley) se ligan a ésa en una totalidad inseparable.
Especialmente notable es el énfasis de Mises en la paz como una faceta de la filosofía liberal clásica, un aspecto demasiado a menudo olvidado en los tratados sobre la materia. Mises se asienta sólidamente en la tradición de los creadores de la ideología liberal cuando dice que Heráclito se equivocaba, “no es la guerra, sino la paz, la madre de todas las cosas”. Su condena de la guerra, el imperialismo y la histeria chauvinista repite y desarrolla las de Condorcet y Benjamin Constant, Cobden y Bright, Spencer y William Graham Sumner, y prácticamente todos los demás.
En Liberalismo de Mises tenemos una afirmación eterna del liberalismo clásico por parte del pensador reconocido como su mayor defensor en el siglo XX. Lúcida y resueltamente demuestra que es el único sistema en consonancia con la libertad individual y la autonomía personal, así como con la sociedad industrializada moderna. Es la obra que debemos consultar y ponderar si queremos comprender qué significa liberalismo y dónde se encuentra en la lucha de ideología que continuará moldeando el futuro.

sábado, 23 de junio de 2018

Marx aniversario 2018

Pocos textos son tan oportunos para hablar hoy de Marx como los dos ensayos que dan cuerpo al librito del gobernador que fue del Banco de España, el catedrático Luis Ángel Rojo, y el también catedrático y maestro de las Ciencias Sociales, Víctor Pérez Díaz. Se editó con motivo del centenario de su muerte, y el título: Marx, Economía y Moral, da idea de cómo se quería trascender los escritos de economía de Marx, planteando el carácter revolucionario de su pensamiento. En ese año (1983), el profesor Enrique Fuentes Quintana conmemoraba en la revista de las cajas de ahorros, Papeles de Economía, el centenario común de la muerte de Marx, y del nacimiento de Schumpeter y Keynes.
La actualidad de Marx no está en la vigencia de su pensamiento económico, pues sus principios y leyes no recogen la forma en que se ha desenvuelto el mundo en estos años. En su ensayo, Rojo habla de la llamada de Marx a ver la realidad de las cosas, frente a la forma abstracta en que discurre el pensamiento económico, con el principio de espontaneidad con que supuestamente se corrigen situaciones y problemas. Frente a ello Marx mostraba las lacras que el incipiente sistema capitalista comportaba para los trabajadores, y las contradicciones en su funcionamiento, en la acumulación y distribución, y el inevitable agotamiento por la competencia. Es un pensamiento complejo donde se mezcla el análisis de la realidad más cruda, con la sociología de las clases, y unas leyes de funcionamiento de la economía. Pero Rojo nos dice que la talla de Marx no se mide por si lo que dijo se cumple o no, pues nadie espera que ninguna construcción intelectual pueda mantenerse en el tiempo. De hecho, la transformación tecnológica trastoca cualquier idea sobre, por ejemplo, formación de precios en los mercados, o circulación de bienes, servicios y capitales, con sus implicaciones para la deslocalización de producción y consecuencias para la mano de obra. Sin embargo, Marx sí dio carácter global al capitalismo que "anida en todas partes, y establece conexiones dondequiera". Además, hay tres temas de la dinámica del sistema capitalista que Marx destacó y siguen siendo vigentes: la acumulación de capital, las innovaciones tecnológicas y las crisis recurrentes económicas y financieras.
La pretensión de aplicar ideas de Marx ha dado lugar a experimentos terribles en los países donde se ha construido una organización social bajo el nombre del comunismo, en contradicción con la lógica de Marx, a quien fascinaba la fuerza disruptiva del capitalismo y su capacidad creativa y de transformación, concluyendo que en su misma dinámica estaban los principios del estancamiento. Tampoco pudo predecir la aparición de otros sistemas críticos con el capitalismo como los fascismos y totalitarismos, y sus derivaciones en guerras de alcance mundial. La obra de Marx provoca precisamente reacciones que llevan a la construcción del Estado de bienestar, y reformas que -paradójicamente- fortalecen al capitalismo. Los niveles de subsistencia no han caído hasta el límite, sino que los estándares de vida continúan mejorando por increíbles aumentos en la productividad y el abaratamiento secular de los precios al consumo, determinado por los intercambios globales.
Entre la avalancha de libros que salen con motivo del aniversario, destaca el de Sven-Eric Liedman: Un mundo que ganar. La vida y obra de Karl Marx, porque no es oportunista, sino fruto de muchos años de trabajo intentando comprender cómo operan hoy las fuerzas de producción, relaciones de clase, estructuras políticas, y la legislación -desde las constituciones a leyes contables o regulación bancaria- y las instituciones y cultura que se construye sobre ellas. Son los nuevos "laberintos de la edad en que vivimos", donde las sociedades buscan salidas a sus problemas. Pero ni los planteamientos rupturistas actuales, que toman distintas versiones oportunistas según las circunstancias de los países, ni los reformadores de centro derecha y centro izquierda, están a la altura de lo que nuestras sociedades en transformación demandan. Precisamente Marx no es hoy una reliquia histórica porque fue capaz de enfrentar la realidad cara a cara, y mirar los problemas a los ojos -aunque a las ideas que surgieron de sus escritos, y las conclusiones a que llegó, siguieran experimentos monstruosos, o se las hayan llevado los vendavales de la tecnología-.

jueves, 7 de junio de 2018

El Manifiesto Comunista LA PROFECIA de MARX que No se Cumple

Hay una parte de verdad La Burguesia se revela contra la Irrelevancia

La Crítica a la filosofía del derecho de Hegel es una obra escrita por Karl Marx en 1843

La Crítica a la filosofía del derecho de Hegel es una obra escrita por Karl Marx en 1843. En este mano a mano, criticará algunos párrafos de la obra de Hegel relacionados a su filosofía del derecho, subrayando ciertas contradicciones de este pensamiento. Aquí Marx toma distancia de Hegel, siendo una obra que aporta un punto de vista diferente en la relación que vincula a ambos pensadores

Marx Manuscritos 1844 Cuadernos de Paris

Los Manuscritos económico-filosóficos de 1844 (también llamados "Cuadernos de París") constituyen por sí mismos un primer esbozo de la teoría crítica de Karl Marx.
De acuerdo con algunos autores (notablemente Louis Althusser) en estos trabajos aún puede distinguirse la influencia de la izquierda hegeliana en el pensamiento de Marx, por lo cual se ha llegado a establecer una diferencia sustancial relacionada con el posterior desarrollo teórico contenido en El Capital, que tiene como resultado una pretendida división entre el joven Marx (hegeliano) y el Marx maduro. No obstante, esta idea es ampliamente discutida desde el momento en que los argumentos que dan cuenta del llamado "proceso de enajenación" se sientan sobre las mismas bases que en la Crítica de la economía política.

miércoles, 6 de junio de 2018

Marx La Gaceta Renana

Al estallar la Revolución de Marzo de 1848 en los Estados alemanes, Marx viajó inmediatamente de París a Maguncia y luego a Colonia para participar ella. En la primera ciudad difundió las «Diecisiete reivindicaciones del Partido Comunista», un texto en el que adecuaba los principios de la Liga de los Comunistas, fundada el año anterior en Londres, a la situación que estaba viviendo Alemania —junto al llamamiento a favor de una República alemana «una e indivisible», propugnaba la nacionalización de las propiedades de la nobleza, de los ferrocarriles y de la banca y la creación de Talleres Nacionales—. En Colonia, donde decidió fijar su residencia porque allí la sección local de la Liga era muy numerosa y había dado muestras de su combatividad al haber encabezado el 3 de marzo una gran concentración delante del ayuntamiento, comenzó a editar a partir de junio el diario Neue Rheinische Zeitung (Nueva Gaceta Renana). Casi al mismo tiempo otro miembro de la Liga, Stephan Born, fundaba en Leipzig la Fraternidad Obrera Alemana (Allgemeine Deutsche Arbeiterverbrüderung).1